No sé si fue la cerveza, la cena acelerada bajo un bochorno sofocante o la falta de hidratos de carbono, que ha dejado mi organismo a expensas del cansancio. Quizá tuvo algo que ver también la tristeza, por no llamarlo cutrez, que emanaba de las calles engalanadas muy rudimentariamente del barrio de Sants, que celebra estos días sus fiestas, y tampoco fue inocente la música pachanguera que nos esperaba a la vuelta de la esquina para martillear el oído. Lo cierto es que hoy estoy pocha y aturdida.
He intentado con fuerzas esbozar algo coherente sobre la reforma de las contrataciones (los viernes son día oficial de sobresalto por méritos propios: las empresas escogen este día para deshacerse de sus trabajadores y el Gobierno para celebrar consejo de ministros). También quería hablar sobre el acuerdo sobre el déficit, austero también en argumentos creíbles, hasta que me ha arrastrado el espíritu de la temporalidad y el tiempo se me ha echado encima. Total, que nada mejor que una canción para evadirse y perderse en esta temporalidad efímera que compartimos.
