Las reglas mnemotécnicas se convirtieron en el pan de cada día en nuestra época estudiantil. Su versatilidad hace que sirvan para asignaturas de cualquier rama del conocimiento; en geografía, por ejemplo, pueden usarse para aprender con más facilidad las capitales del mundo, pero, sobre todo, en el área de ciencias, ayudan a memorizar rebuscadas y retorcidas fórmulas que de otra manera resultaría imposible meter en nuestra cabeza. Para calcular las integrales por partes habría que aplicar esta:∫UDV=UV-∫VDU. Lo que equivale a decir: Un Día Vi Una Vaca Vestida De Uniforme.
Esta frase rimbombante, de puro absurdo, resulta tremendamente sencilla de asimilar y recordar. Pero para Emilio, el catedrático universitario de matemáticas protagonista de esta historia, que tantas veces la había utilizado para meterse en el bolsillo a sus estudiantes, se va difuminando poco a poco en un mar de recuerdos que, de los más recientes a los más antiguos, van borrándose inexorablemente de su cerebro.
La memoria. De eso trata este filme. Sin memoria dejamos de ser quienes somos, desaparece nuestra personalidad. Y el hecho de utilizar la metáfora del profesor que olvida (a ratos) su propia mnemotecnia por culpa de la devastadora enfermedad de Alzheimer, añade ingenio y dramatismo a un guion que quiere explorar este tortuoso proceso degenerativo desde un punto de vista menos tremendista que en otras ocasiones, jugando con el humor, la ironía y con el romanticismo como broche para cerrar el círculo que se ha querido trazar al crear el armazón de este trabajo.
Un largometraje, con estructura de película de carretera, que narra la búsqueda del primer amor de este maestro jubilado antes de que ya no pueda reconocerse siquiera cuando se mire al espejo. Junto a él, lo que le queda de familia. Una hija con la que no se lleva especialmente bien, su marido, un charlatán sin oficio ni beneficio, y una nieta tan inteligente como mal hablada y excesivamente pegada a las nuevas tecnologías. Un caldo de cultivo perfecto para que afloren diferentes tensiones y problemas que afectarán a los cuatro.
Sin llegar a ser una cinta redonda, raya a más altura que la fallida incursión en el tema ¿Y tú quién eres?, en la que un Antonio Mercero ya diagnosticado de Alzheimer quiso luchar para dejar su último testimonio cinematográfico.
El primer libreto para formato largo de María Mínguez, más versada en temas televisivos, respira vitalidad, comicidad, emotividad y ritmo, a pesar de adolecer de ciertos momentos que bordean el sonrojo. El buen hacer de María Ripoll, sin alcanzar la intensidad de Rastros de sándalo, salva esas pequeñas lagunas para sacar adelante este comprometido relato con el apoyo de un estupendo reparto con un enorme Óscar Martínez a la cabeza, que borra por completo su acento argentino para la ocasión, acompañado por la camaleónica y siempre resolutiva Inma Cuesta y con el debut de un auténtico descubrimiento, Mafalda Carbonell, cuya química con su abuelo en la ficción nos depara lo mejor de esta interesante propuesta.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Alamar Cinema 161, Convoy Films. Cortesía de Filmax. Reservados todos los derechos.
Vivir dos veces
Dirección: María Ripoll
Guion: María Mínguez
Intérpretes: Óscar Martínez, Inma Cuesta, Mafalda Carbonell
Música: Arnau Bataller
Fotografía: Núria Roidos
Montaje: Nacho Ruiz Capillas
Duración: 101 min.
España, 2019
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