Las primeras migraciones de agricultores neolíticos procedentes de Oriente Próximo llegaron hace más de 7.000 años a la Península Ibérica. Aquí se encontraron con los grupos de cazadores recolectores del mesolítico, cuyo exponente más conocido es el famoso hombre de La Braña hallado en León. Las dos poblaciones eran claramente distintas. Mientras que los autóctonos eran altos, robustos, de ojos azules y piel oscura, los neolíticos eran más pequeños y esbeltos, de piel más clara y ojos marrones. Ese encuentro y otros similares ocurridos a lo largo del continente europeo supusieron un cambio de modo de vida que marcaría como ninguno el futuro de la humanidad.
Al parecer, hubo dos principales rutas de expansión de los agricultores neolíticos desde Oriente Próximo: una a través de la costa mediterránea, que alcanzó a todos los países del sur de Europa, y otra siguiendo la cuenca del Danubio, que contribuyó al poblamiento de Europa central y septentrional. El proceso fue muy rápido, pero cómo sucedió y qué relaciones establecieron ambos grupos ha sido un enigma hasta ahora.
Un nuevo estudio, dirigido por David Reich (izquierda), de la Harvard Medical School (Boston, EE.UU.) y en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), arroja luz sobre esa transición demográfica fundamental.El trabajo, publicado en la revista , demuestra que los primeros agricultores de Europa y los cazadores locales se relacionaron entre ellos durante 3.000 años. Para ello, el equipo secuenció numerosas muestras procedentes de 180 individuos de Hungría, Alemania y España, que datan del 6000 a.C. al 2200 a.C. En concreto, se utilizaron datos genómicos de 38 muestras de España, de las cuales 17 no se habían utilizado antes, y que incluyen yacimientos de Burgos y de Álava.
"Gracias a esta secuenciación se ha podido determinar que en los tres casos, después de la llegada inicial de los primeros agricultores, estos se entrecruzaron con los cazadores locales a lo largo de varios siglos", explica Carles Lalueza Fox (derecha), investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva, que ha participado en el estudio. Los estudios anteriores habían sugerido que los agricultores de Oriente reemplazaron en lugar de aparearse a las personas nativas que encontraron.
Los científicos de la Facultad de Medicina de Harvard combinaron estos dos enfoques para revelar cómo el flujo de datos genéticos reformó las poblaciones europeas durante el período Neolítico que comenzó alrededor del 15200 a.C. Luego construyeron modelos matemáticos que simulaban cómo las poblaciones antiguas podrían haber interactuado a medida que se movían, en base a estos datosgenéticos. Los resultados mostraron que había mucho más cruzamiento entre los dos grupos de lo que se sospechaba anteriormente.
"Los genomas de los agricultores del Neolítico medio, final, y del Calcolítico de la península Ibérica, muestran cerca de un 25% de componente genético procedente de cazadores afines a La Braña, pero los de Europa central muestran afinidades con cazadores de esa región", añade.
A diferencia de los cazadores, que nunca fueron muy numerosos, los pueblos agrícolas y sedentarios van avanzando y ganando territorios gracias a su elevado crecimiento demográfico. Como consecuencia, entre hace 8.000 y 5.000 años desaparece el estilo de vida cazador-recolector y se diluye gran parte de su legado genético.
Enterrados juntos
En algunos casos, especialmente en Europa central, se detectan individuos con ancestros mixtos e incluso cazadores que se incorporaron a vivir en las comunidades agrícolas y fueron enterrados allí. "Este descubrimiento dibuja un panorama más complejo del que existía hasta ahora sobre el proceso de neolitización, que ya no puede considerarse únicamente una migración de agricultores ni un proceso demográfico uniforme", señala Lalueza Fox.
El análisis de más individuos de la prehistoria de la Península ibérica ayudará a completar esta parte de la prehistoria humana y a entender los cambios genómicos que se produjeron con posterioridad, con la llegada de los metales e incluso con migraciones que ocurrieron en tiempos históricos. Según Lalueza-Fox, s momentos disponemos de cerca de 400 genomas ibéricos antiguos de todas las regiones y períodos, desde el Mesolítico hasta la Edad Media, que siguen mostrando cambios genéticos posteriores que podrán correlacionarse con cambios a nivel arqueológico".
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Portada | Esqueletos del Neolítico localizados en el yacimiento del Alto de la Huesera, en el sur de Álava. / J. FERNÁNDEZ-ERASO / J. A. MUJIKA-ALUSTIZA