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En primer término una cualidad general de traumfilm, de película soñada, de estado de duermevela donde la coherencia se diluye en beneficio de una sensualidad siniestra que expresa con singular pregnancia esa imagen de Justin tomando desnuda en la orilla de un río el aterrador sol nocturno que es el planeta Melancolía. Una aleación perturbadora de lo erótico y lo tanático; del sexo y de la muerte.
En segundo una variación sobre la constante de lo dual (de lo bifronte, como Jano el dios romano de los comienzos y los finales), que vertebra de alguna manera la película, a su vez separada en dos hojas nombradas como cada una de las dos hermanas, Justine y Claire. La tristeza y la alegría, la aceptación y la negación, la valentía y la cobardía, el caos y el orden. Si en Anticristo un zorro hablaba a cámara afirmando que reinaba el caos, von Trier parece cerrar esa puerta (de nuevo Jano) con la llegada de un orden superior a cualquier otro: el fin.
Junto a estos aspectos a otro par de ramales, interconectados a este, de interés. Por un lado Melancolía bien pudiera aceptar una interpretación zodiacal, planetaria; donde masas descomunales afectan a procesos físicos, psicológicos, alquímicos y esotéricos. De igual modo que la cercanía fatal de un planetoide como el que sueña Von Trier dejaría sin atmósfera y volvería del revés la polaridad o provocaría increíbles mareas. Rodeada de personajes terrenales, Justine, bipolar, mercurial por tanto, es invertida por la acción de un planeta presidido por lo saturnal, lo melancólico (un estado que Hipócrates 
Fuera de esta obviedad culterana, en no pocos aspectos el film tiene un soniquete de snobismo que casi lo acerca a Peter Greenaway (amén de la ya referida representación simétrica de multitud de encuadres, que resultan casi tan Greenaway como Kubrick, aunque la gravedad de tono remita preferentemente al segundo que al primero, mucho más adicto a la frivolidad), el danés despliega una sutileza anti-moderna mucho más lograda, mucho más efectiva por esa misma falta de subrayado: Claire prefiere mirar como crece Melancolía a través del ingenio que su hijo construye con un palo y un alambre que mediante sofisticado telescopio de su marido. Como si esa simplicidad fuera más real. Lástima que el resto de la película no sea así de sencilla. continuar

