Revista Coaching

Un final de traca

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Creía que lo había visto todo. Lápidas con QR que al acercar el móvil decodifican el código y se podía ver al finado en un vídeo o sus seres queridos hablando de él, y de fondo, sonando su música favorita. Urnas biodegradables, a modo de macetas, en las que depositar una semilla entre las cenizas y que, al enterrarla, germinara la vida en algún lugar. “Diamantes” realizados con las cenizas del fallecido para llevarlas, en una cadenita al cuello, cerca del corazón… Menudo apuro, menuda responsabilidad. A ella, que se le mueren hasta los bambús y que no localiza, en los momentos de prisa diaria, su mano derecha. Como para perder el colgante. ¿Se imaginan el soponcio? ¡Dios, he perdido a la abuela!

Pero no. Esta semana ha sabido que lo más de lo más en esto de plantarle cara al olvido es que la última morada sean las estrellas. Una solución infantil, como las anteriores, con las que sacar las perras a los deudos, herederos de una sociedad que teme a la Parca. Y que hace todo lo posible por no mirarla a los ojos.

Pero con lo de la morada interestelar no se refería a poner en órbita a un finado ruso, que todo se andará, sino poner sus pavesas dentro de una carcasa. ¿Para qué echar mano de los míseros fuegos fatuos pudiendo ofrecer un castillo de fuegos artificiales in memoriam?

Un final de traca

De acuerdo que en Valencia hay muchísima tradición fallera, que no concebimos una boda, una celebración, sin pólvora. Que nos gusta más la traca que a un tonto un lápiz. De hecho es un insight, una percepción de la realidad, casi siempre emocional, archiutilizada sabiamente en publicidad en la Comunitat.

Pero de ahí a que una funeraria on line -que eso ya de por sí tiene otro artículo- y una pirotecnia de Bèlgida ofrezcan tan luminoso adiós, no sabe qué decirles. Que seremos excéntricos, falleros, barrocos y excesivos pero sinceramente no sabe si habrá nicho para ese final. De traca.


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