Revista Arte
En toda su historia muchos españoles dedicaron su vida a la mar y a la guerra. Ambas cosas fueron abundantes siempre en España y permitieron a los pequeños hidalgos, de no muy lustrosa extracción social, llegar a escalar grandes peldaños hacia la gloria.
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en la portuaria y bella Pasajes, cerca de San Sebastián, en el año 1689 y falleció en Cartagena de Indias (Colombia) en 1741. De familia marinera, se formó inicialmente en Francia gracias a los fuertes vínculos que por entonces la Corte española mantenía con ese país. Rápidamente participó en batallas navales con apenas 15 años, incluso en una de estas perdió su pierna izquierda. Con apenas dieciocho años, en el asedio de Tolón, en la costa sur de Francia, un cañonazo enemigo le inserta una esquirla perdiendo por ello su ojo izquierdo. Con veintitrés años asciende a capitán de fragata y dos años más tarde a capitán de navío.
En la guerra de Sucesión española (1701-1715), en el sitio de Barcelona, con sólo 25 años pierde Blas de Lezo el antebrazo derecho demostrando un valor extraordinario ante la adversidad. En 1723 obtiene el mando de las fuerzas navales de los mares del Sur, limpiando las aguas de corsarios, permaneciendo hasta 1730 en que es llamado a España por el rey. Como recompensa por sus servicios es promovido a Jefe de la escuadra del Mediterráneo, realizando heroicos y eficaces servicios contra los piratas de Orán. En 1734 el rey Felipe V de España (1683-1746) lo nombra Teniente General de la Armada y obtuvo la Comandancia General del departamento de Cádiz.
Al año siguiente fue llamado a la Corte en Madrid, pero no soportó las comodidades y la falta de acción en la mar, solicitando por ello permiso a su majestad para embarcar de nuevo en un buque de guerra. Felipe V se lo concedió y fue nombrado Comandante General de una flota de Tierra Firme (continente americano). Llegó a Cartagena de Indias en 1737 quedando como Comandante General de aquel importante bastión caribeño.
Los ingleses por entonces habían decidido hostigar el Caribe para obtener beneficios económicos y paliar el monopolio marítimo de España en esas latitudes. Con una excusa cualquiera Inglaterra declara la guerra a España en 1739. Aprovechando de este modo el almirante inglés Sir Vernon una oportunidad bélica única que, desde la Armada Invencible, no volvieron a ver los mares: la mayor flota de asalto nunca jamás vista (al menos hasta el gran desembarco aliado de Normandía en la segunda guerra mundial en 1944).
Con una flota de 186 navíos y más de 25000 hombres el 13 de marzo de 1741 se avistó por Punta de Canoa, en la costa cartagenera, la altiva bandera británica. La guarnición de Cartagena de Indias, en ese momento, sólo contaba con unos escasos 3000 hombres y 6 navíos. El Almirante Blas de Lezo, hábilmente, organizó la defensa con mucho ingenio, valor y engaño. El resultado fue que, después de casi dos meses de asedio, la flota inglesa hubo de huir a la isla de Jamaica sin conseguir ninguno de sus objetivos y con muchas pérdidas humanas y materiales.
Tamaña hazaña, teniendo en cuenta la desproporción de fuerzas, fue una afrenta para el orgullo inglés y una de las más humillantes derrotas en toda la historia de la marina británica, tanto es así que el rey inglés Jorge II prohibió a sus cronistas que hiciesen mención alguna de tal suceso. La realidad es que supuso el liderazgo español en los mares hasta la fatídica batalla de Trafalgar en 1805.
Don Blas de Lezo murió enfermo de peste en Cartagena de Indias a los pocos meses de su gesta, posiblemente por la infección de los cadáveres no sepultados en esa batalla. Fue enterrado en una fosa común. Años más tarde la corona le recompensó a título póstumo con el marquesado de la Real Defensa. Nunca posiblemente un título en España haya sido de tan justo nombre concedido jamás. Sea ésta reseña un homenaje a tan gran hombre, militar y marino español.
(Imágenes de Don Blas de Lezo; de Cartagena de Indias, y plano de esta ciudad en el siglo XVIII.)
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