Durante la lucha, fue ayudado por los ángeles ; las fuerzas celestiales colocaron cada cosa en su lugar y permitieron que él pudiera dar lo mejor de sí.
Los compañeros comentan : "¡qué suerte tiene!". Y el guerrero a veces consigue mucho más de lo que su capacidad permite.
Por eso, cuando el sol se pone, se arrodilla y agradece el Manto Protectos que lo rodea.
Su gratitud, no obstante, no se limita al mundo espiritual; él jamás olvida a sus amigos, porque la sangre de ellos se mezcló con la suya en el campo de batalla.
Un guerrero no necesita que nadie le recuerde la ayuda de los otros; él se acuerda sólo y reparte con ellos la recompensa.
Paulo Coelho