Revista Cultura y Ocio

Un hombre en la oscuridad

Publicado el 14 abril 2011 por Rubencastillo
Un hombre en la oscuridad
Un crítico literario de 72 años, llamado August Brill, que ostuvo el premio Pulitzer en 1984, ha sufrido un terrible accidente y se encuentra, para recuperarse de las heridas, en casa de su hija Miriam y de su nieta Katya. Éste es el punto de arranque sobre el que Paul Auster construye la novela que hoy me ocupa, publicada en España por Anagrama y traducida por Benito Gómez Ibáñez.
La auténtica complejidad novelística, y su razón arquitectónica, comienzan cuando el autor se pone a la tarea de desarrollar las líneas psicológicas básicas de estos seres: August, que ha perdido a su esposa Sonia y que no termina de asimilar su viudedad; Miriam, que afronta un divorcio traumático; Katya, que ha visto por televisión cómo unos terroristas islámicos daban muerte a su novio Titus de una forma especialmente sangrienta. Tres laberintos de soledad y dolor que necesitan ser aliviados de alguna manera... Katya lo hace desconectándose del mundo, y refugiándose en el visionado de películas de vídeo, de las que trata de extraer un orden regulador, un equilibrio, un cosmos; Miriam, redactando una biografía de Rose Hawthorne, una escritora a la que juzga "horrorosa, en realidad" (página 206), pero cuyo análisis la sitúa también en una zona de sosiego y ataraxia; y August, que utiliza como lenitivo un método más creativo: fabular, tumbado en su cama, una historia delirante: la protagonizada por alguien llamado Owen Brick, al que se hace una revelación asombrosa: alguien está soñando que existe una guerra en Estados unidos, y ha provocado ya la muerte de millones de personas. Owen Brick ha sido reclutado para que mate a ese fabulador, cuyos delirios se incorporan a la realidad y la llenan de sangre.
"Esto se está convirtiendo en una broma más bien complicada", piensa el escritor en la página 121. Y no le falta razón. Pero Paul Auster, que es un auténtico maestro de la novelística actual, consigue con esos mimbres tejer un relato muy poderoso, muy sólido y muy fluido, donde las caracterizaciones de los personajes son tan simples como enérgicas, y donde todos los elementos de la obra fabrican al unirse una música sugerente y cálida, que embriaga al lector.
Sabiendo que somos seres condenados a la frustración, al desgarro y al aislamiento; que somos tristes burbujas que intentamos por todos los medios a nuestro alcance que el mundo no nos destruya con demasiada rapidez, Paul Auster nos da en esta obra una lección moral y humana de gran calibre. Leerla supone una ampliación para nuestra inteligencia y un motivo para la reflexión. No deberíamos desaprovecharla.

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