Portada del último número de la revista Time
Estamos en la era de lo mini. Primero fueron las minifaldas (de eso hace tanto que parece que estuvieran con nosotros desde los tiempos de Nerón). Después, los minicines. Más tarde, los minipisos. Ahora, los miniempleos.
Minisueldos tenemos desde hace mucho. Sí, ya saben, esos que según entran en la cuenta corriente salen por la ventana de la hipoteca y de las decenas (o cientos, yo qué sé) de facturas por pagar. Pero ahora quieren llevarnos al minimalismo en grado superlativo: a la sazón, ¿trabajos? (los llaman "miniempleos", o "minijobs", que queda más chic) de quince horas semanales por una remuneración de... ¡¡tachán!!... cuatrocientos pavos.
Dicen los de la patronal que han preguntado en la cola del paro y que la gente prefiere ganar cuatrocientos euros trabajando tres horas al día que quedarse en casa sin cobrar un duro. Mi duda es: ¿les han dado la opción de llegar a fin de mes teniendo un sueldo digno con un trabajo decente?
Qué ilusa soy. Decencia. Dignidad. Palabras que deberían desaparecer del diccionario, habida cuenta del desuso en que han caído. Ni cien años de honradez, ni primorosas gaviotas blancas ondeando sobre cielos azules. El horizonte amenaza sombras y, por desgracia, no se trata del crepúsculo de los chupópteros. Lo que nos espera es, más bien, un infierno en formato mini.
P.D.: Ante esto, solo queda el recurso del pataleo. Quizá por eso la revista Time haya elegido como persona del año al "manifestante". Al que sale a la calle a gritar que, al menos, no le tomen por inútil. Y en eso andamos.