No va resultar tan chistoso el comentario de Su Majetad el Rey Don Juan Carlos cuando comentó a la prensa que iba al taller, en alusión a sus nuevas intervenciones quirúrgicas en las caderas. Y es que aunque fuera sólo una amable broma con la cual quitar hierro al asunto, lo cierto es que nuestro cuerpo a fin de cuentas es una máquina, que se rompe y se avería. Al final, todo es cuestión de mecánica y hasta de fontanería. Un ingeniero llamado Tal Golesworthy se ha hecho famoso precisamente porque ha operado con éxito propio corazón.
Como ingeniero, Tal Golesworthy está acostumbrado a desarmar cosas, descifrar el problema y volver a armarlo todo una vez arreglado. Pero durante más de 30 años vivió con un asunto que amenazaba su vida y que era menos fácil de reparar.
Esa fue su situación hasta que un día tomó una idea del jardín, combinada con algunos procedimientos básicos prestados de la industria aeronáutica, y se le ocurrió una solución muy simple para tratar su afección cardíaca.
Después le tocó convencer a los cirujanos de que se lo pusieran. Nueve años después, su invento ha ayudado a más de 30 personas con situaciones similares.
Desde una temprana edad, Golesworthy tenía claro que corría el riesgo de que un día su aorta se estirara tanto que estallaría. Durante una revisión rutinaria en el año 2000, le avisaron que había llegado la hora de considerar una cirugía preventiva.
El problema es que no quedó muy impresionado con las opciones disponibles.
Fuente: BBC
No hay nada como ser pionero en algo. Hay que echarle arrojo para atreverse a hacer algo por primera vez, máxime cuando nadie lo ha hecho, y especialmente cuando te metes en terreno donde, oficialmente no deberías estar. Este ingeniero no era médico, ni cirujano, ni acaso científico. No obstante, como ingeniero, sabe de la importancia que tiene para que un mecanismo funcione correctamente, que sus partes se encuentren en perfecto estado.
A Golesworthy no le gustó ninguna de las opciones que los médicos le ofrecían para salvar su corazón, y calculando un paso mejor, no dudó en ofrecer sus conocimientos de ingeniería para aplicarlos a su corazón enfermo. Si difícil y dura fue la batalla que tuvo que lidiar contra su propia enfermedad, más compleja aún fue su lucha para que el mundo científico y médico le hiciera caso. El paciente, médico, ingeniero, inventor, héroe, ¿cómo llamarle? No dudó. Y finalmente ha operado con éxito su propio corazón, y otros corazones más han encontrado su salvación en el mismo método que él.
Y es que, en ocasiones, los médicos cometen un pecado en absoluto reprochable pero que no suele casar con los intereses del paciente. Si para un médico lo primordial es salvar la vida. Para los pacientes tiene más valor la mayoría de las veces, que su vida, además de alargarse, sea una vida plena. Porque vivir sin disfrutar, sentir ni emocionarse no es vida. Hoy Golesworthy es el ingeniero que ha operado con éxito su propio corazón, y que ha salvado a cientos de personas en todo el mundo. Y las que aún quedan.