Antonio Romero no es un político al uso por eso sus memorias (editorial Almuzara) tampoco son las típicas del político que finalmente se decide a confesar los entresijos de su vida pública. Romero es un hombre corriente que por los avatares de la vida, por su afán de luchar contra la injusticia y la miseria del mundo en el que se movió desde niño, llegó a ocupar posiciones muy relevantes dentro de la estructura política de su partido y de las instituciones del Estado. Luchó contra los GAL, contra la corrupción en la Guardia Civil y contra el denominado felipismo. Pero siempre lo hizo desde la transparencia en todas sus actuaciones. Seguramente Romero es uno de los pocos políticos que, tras retirarse de la vida pública, vive en el mismo pueblo donde nació y casi en la misma casa, en Humilladero (Málaga), junto a sus amigos de la infancia y entre jornaleros como él. "Con mi gente", como repite a menudo.En sus memorias, Antonio no aportan grandes descubrimientos periodísticos ni revela escandalosos secretos de Estado, pero si cuenta, con el gracejo y la capacidad de comunicación que siempre ha tenido, cómo vivió en primera línea acontecimientos trascendentales de la vida política española, como la legalización del PCE en el que milita desde adolescente, el nacimiento de la autonomía andaluza o el caso Roldán, puntilla del gobierno de Felipe González. No faltan sus jugosas opiniones -ahora más libres al no estar sujeto a compromisos de partido- sobre los personajes a los que tuvo que tratar, como el propio Felipe González, Gerardo Iglesias, Julio Anguita, Nicolás Sartorius, Rosa Aguilar o Felipe Alcaraz.Por su trabajo para esclarecer los GAL recibió amenazas de muerte y tuvo el teléfono pinchado durante mucho tiempo. Sin embargo, al mismo tiempo, contó con el apoyo de una buena parte de los miembros de la Guardia Civil, que veía en él a un hombre honrado que trataba de dignificar la imagen del cuerpo, tan deteriorada por la guerra sucia.Pero las memorias de Romero no están escritas con el retrovisor. También hay análisis de futuro y cuestiones de gran actualidad, como la encrucijada en la que se encuentra la izquierda hoy día. Romero recuerda lo que le dijo una vez un colaborador de Enrico Berliguer, el entonces líder del Partido Comunista Italiano: "sabemos muy bien lo que no queremos y lo que no somos, pero aún tenemos que definir lo que proponemos". Esta cuestión, según Romero, sigue pendiente hoy más que nunca con el avance del ultracapitalismo, ya que la izquierda ha perdido su capacidad propositiva.Las memorias de Romero son interesantes también para conocer cómo era la dura realidad de los hombres del campo en los años cincuenta y sesenta, en pleno franquismo, donde el hambre, la represión y la inmigración eran moneda corriente.Hoy Romero no está completamente retirado. Lucha contra su parkinson, del que habla con naturalidad en sus memorias, y sigue en el empeño de trabajar por una España republicana, no en vano es el coordinador de la Red de Municipios por la Tercera República.
Una de las imágenes que Romero incluye en su libro: un servidor entregándole, durante la cena anual de la Asociación de Periodistas Parlmentarios (APM), el premio al diputado con mejor relación con la prensa. No recuerdo el año, pero probablemente sea hacia finales del felipismo.
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