La Navidad, como cualquier otra fiesta tradicional, lleva consigo implícita una reiteración de rituales donde los mismos actos, las mismas palabras, las mismas acciones se repiten año tras año. Ahora, después de los buenos deseos para Navidad y de la resaca de Año Nuevo, sólo nos queda hablar ya de los regalos de Reyes Magos.
Siempre he pensado que elegir el regalo ideal para un bibliófilo resulta de lo más sencillo, pues un libro es el mejor presente que se le puede hacer, ya que además de que resultan baratos, llenan las horas, y son exclusivos al establecer con el lector una relación íntima, intensa y única. Así que, coincidiendo por otra parte con la época del año en la que aparecen publicadas las listas de los mejores libros del año, donde quizás el criterio que cobra más fuerza, sino el único, es el de lo más vendidos, os propongo la lista de libros con los que yo obsequiaría a mis amigos bibliópatras.
En primer lugar, y como no puede ser de otro modo, Donde se guardan los libros, un libro delicioso, curiosísimo y riguroso del siempre sorprendente Jesús Marchamalo, que supone una puerta de entrada a las bibliotecas particulares de grandes escritores españoles como Fernado Savater, Clara Janés o Soledad Puértolas, entre muchos más, y en el que puedes encontrarte una fascinante retahíla de manías sobre las colecciones de libros, cómo ordenarlos o como estos acaban por colonizar hasta el rincón más insospechados de su casas
Para mis amigos amantes de la novela metaliteraria, que ya se van convirtiendo en legión, Diles que son cadáveres de Jordi Soler, miembro de la orden de Finnegans, a la que también pertenece Vila-Matas, cuyo único propósito es la veneración del Ulises de Joyce. Esta novela, no exenta de excentricidades, narra un hilarante y alocado viaje de cuatro jóvenes guiados bajo la dirección de un poeta francés, en el que se deja reconocer fácilmente al escritor Antonin Artaud, en busca del bastón de San Patricio.
A ese cuñado un tanto tiquismiquis y pejiguero que hay en todas las familias, del mismo modo que en todas existe una oveja negra, Familias como la mía de Francisco Ferrer Lerín, un autor convertido casi en una leyenda viva, ya que tras publicar dos excelentes poemarios a mediados de los sesenta y principios de los setenta, dejó de escribir, -de hecho Vila-Matas lo retrató en su libro Bartleby y compañía-, y no ha vuelto a escribir hasta ahora. Se trata de un libro insólito e inesperado dentro de este páramo de novelas pseudohistóricas y desmesurados romances donde los continuos plagios mutuos se repiten ad infinitum.
Para mis amigos más mayores, a los que todas estas novedades editoriales les aburren soberanamente ya que no les aporta nada nuevo, les regalaría la edición y traducción que Javier Marías ha hecho del Tristram Shandy de Laurence Sterne, considerada por el propio Marías como la novela más cervantina posterior al Quijote y el precedente más claro y directo del Ulises de Joyce.
Para los que llevan ya algunos años haciendo sus pinitos en el género del relato, Malditos hijos de perra de Carlos Marzal, y Conversaciones de Gonzalo Hidalgo Bayal, ambos malabaristas de la sintaxis y expeditos trileros con las palabras.
Por último, a esa gran amiga con la que compartimos muchas lecturas, cuya experiencia nos orienta cuando andamos un tanto deslumbrados ante las estrellas fulgurantes que aparecen publicadas cada semana, y que alberga una gran corazón de poeta, Genealogías de José María Cumbreño, un poeta muy próximo que destaca por convertir en materia lírica la realidad que nos rodea.
Así que amigos disfrutad de estos regalos del mismo modo que yo lo haría, y pensar que cada vez que regaláis un libro estáis diciendo tanto de ti como de la imagen que tenéis de la otra persona, y al mismo tiempo le estáis reglando también el deseo de que cada día disponga de un ratito a solas, pasando las páginas y disfrutando del momento, y es que un buen libro es algo que permanece con nosotros para siempre.