Hace algunos años y, por cosas del azar, me tropecé con este libro de Elizabeth Gilbert: “Comer, rezar, amar”, que ya a estas alturas le ha dado la vuelta al mundo, llegó a Hollywood con un poco de desacierto y está en los anaqueles de muchas (sí, hablo de mujeres) que no lo han leído, pero que lo tienen ahí como esperando quién sabe qué.
A muchos (ahora hablo de todos) no les llama la atención, porque sienten que va disfrazado de autoayuda o, simplemente, no les interesa leer las desventuras y alegrías de una mujer divorciada que, para encontrar su equilibrio, decide que lo mejor que puede hacer es viajar.
Aquí es donde quería llegar.
Siempre tuve la inquietud por viajar, escribir sobre lo que veía y tengo que confesar que este libro me despertó el ánimo y la intuición. Supe que, sin importar las circunstancias, el asunto era posible… supe que podía viajar y escribir, y divertirme con eso.
“Comer, rezar y amar”, puede resultar muy feminista. Para quienes aún no saben de qué trata, lo resumo así: es la historia de una periodista-escritora, que un día se da cuenta del fracaso de su matrimonio y decide afrontar el divorcio a sus treinta y algo. Eso la lleva a deprimirse, a creerse enamorada nuevamente, a perderse, sin poder encontrarse. Entre otras cosas, decide, sin más ni menos, tomarse un año en el que se propone vivir en tres países distintos: Italia (donde come mucho), India (donde fue a rezar) e Indonesia (donde encontró el amor). Lo mejor de todo es que de antemano advirtió que escribiría la historia de su viajes, y la editora le pagó el libro por adelantado; algo muy útil para sobrevivir un año entero fuera de su país.
Aunque soy totalmente ajena a las crisis personales de la escritora y los motivos que la llevaron a hacer lo que hizo; no puedo negar que su historia me inspiró para que naciera este blog que tiene la energía suficiente para ser el principio de algo. Creo además, que la lectura de “Comer, rezar y amar”; aparte de divertida, es perfecta para todos aquellos que quieran iniciar cualquier cosa, y que necesiten un empujón, al menos para arriesgarse, al menos para ver qué tal.