4.422.539. En 2011, mil personas al día perdieron su puesto de trabajo, según los datos de afiliación a la Seguridad Social. El balance, a 31 de diciembre de 2011, fueron esas 4.422.539 personas sin empleo. Y suma y sigue. Todos coinciden en que 2012 será aún peor y Luis de Guindos, ministro de Economía y Competitividad, ya lanza globos sonda sobre el estado del bienestar, esa abstracción convertida en patrimonio de lo ajeno para los que se levantan cada mañana por puro tesón, o necesidad de rutina aunque no haya nadie esperándoles más allá de la ducha diaria y del uniforme de estar por casa.
Y, pese a todo, seguimos instalados en un limbo muy por encima de nuestras posibilidades, a todo tren, como si fuéramos asquerosamente ricos. Tener casi cinco millones de parados según la EPA (esta encuesta es más real, más cruel) es un lujo insostenible. Cinco millones de personas que pueden ser útiles para multitud de tareas necesarias, con ganas de trabajar, de consumir, de mejorar, con su imaginación, su talento, sus ideas, su responsabilidad, su puntualidad, su simpatía o su seriedad, su capacidad de estar alerta y de improvisación, su experiencia, su capacidad de planificación o de trabajar en equipo, que es lo moderno,… Voces que morirían por pronunciar un buenos días cada mañana. Cinco millones de mudos forzados que se ponen su chándal dispuestos a pasar el día, a los que nadie espera más allá de la puerta de entrada. Un despilfarro de talento insoportable para un país que amenaza ruina. Sí. Seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades, tirando por la borda presente y futuro. No es ya que se pierda una generación, sino todo un tiempo. Un lujo inasumible.