Revista Arte

Un mecenazgo oportuno, un deseo prohibido, y una música y un amor inmortal.

Por Artepoesia
Un mecenazgo oportuno, un deseo prohibido, y una música y un amor inmortal.Un mecenazgo oportuno, un deseo prohibido, y una música y un amor inmortal.
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Los grandes creadores de la Humanidad siempre tuvieron necesidad de mecenazgo, de ayuda económica por parte de admiradores de su creación. Richard Wagner (1813-1883) padeció además una convulsa vida conyugal con su primera mujer, la actriz alemana Wilhelmina Planer (1809-1866). Los primeros años de vida juntos son difíciles, Wagner además fracasa con la quiebra del teatro donde él trabaja como director de orquesta. Desde entonces viaja por toda Europa, llegando a Suiza en 1852. Allí conoce a un admirador y posterior mecenas de Wagner, el banquero Otto Wesendonck, cuya joven esposa Mathilde (1828-1902) enamora irremediablemente al gran compositor. Es cuando Richard Wagner, inspirado en su propia emoción,  abandona toda obra en la que estaba trabajando para dedicarse a componer un drama medieval de amor secreto y trágico, Tristán e Isolda
Años después regresa a Alemania y conoce al director de orquesta Hans von Bülow, otro gran admirador suyo, y que había luchado mucho por imponer la música de Wagner. Éste se lo paga enamorándose de su esposa, Cósima Liszt (1837-1930), hija a su vez del gran compositor Frank Liszt. Aun así el director von Bülow continuaría apoyando la obra de Wagner. La desesperada situación económica de Wagner se solucionó finalmente gracias al monarca Luis II de Baviera, del pequeño reino histórico del sur de Alemania, entusiasta admirador de toda su obra y especialmente de Tristán e Isolda, la cual patrocinó su magnífico estreno en Munich en 1864.
Este drama, poema celta muy antiguo que no ha llegado completo en ninguna de sus versiones posteriores, tanto francesas como alemanas, relata el inevitable lazo amoroso de Tristán, caballero sajón de Cornualles, e Isolda, hermosa y rubia heredera  irlandesa. Con destinos diferentes y enfrentados, ambos no pueden siquiera sospechar, cuando coinciden sus vidas por primera vez en circunstancias prosaicas, el poderoso influjo que, en este caso, un filtro o pócima accidental de amor ineludible acabará por hacerlos unir fatalmente.
Tristán debe llevar a Isolda a Cornualles para celebrar el matrimonio de ésta con su señor, el rey. En el viaje por mar la doncella de Isolda prepara la pócima que su señora deberá tomar para poder afrontar un matrimonio descompasado tanto en años como en sentimientos. Pero, equivocadamente, Tristán también lo toma. A partir de aquí estan unidos sin querer, están inevitablemente enlazados en un drama que sólo puede terminar con la muerte, la eterna noche que puede mantener, además, esa pasión sin límite ni final.
En la obra de Wagner, cuando Tristán muere a manos del enviado del rey por su traición, Isolda comprende que debe morir también para así poder seguir el destino de ambos. Acaban los dos juntos yacentes y hay un momento que Isolda vuelve, unos instantes, a la vida. En ese momento, llamado en alemán el Liebestod, la muerte de amor, el compositor Wagner expresa toda la emoción de la obra en un final extraordinario. Es el final del drama y el comienzo, realmente, del amor.
(Cuadro del pintor prerrafaelista Dante Rossetti, Tristán e Isolda; Fotografía del compositor Richard Wagner; Óleo de la pintora vienesa Marianne Stokes (1855-1927), Muerte de Tristán; Cuadro del pintor norteamericano actual Miles Williams Mathis, Tristán e Isolda; Muerte de Tristan e Isolda del pintor español Rogelio de Egusquiza (1845-1915); Castillo bávaro del rey Luis II de Baviera; Cuadro del rey Luis II de Baviera; Retrato de Mathilde Wesendonck; Retrato de Cósima Liszt; Imagen de la actriz Wilhelmina Planer.)
Vídeo del final de la obra Tristán e Isolda, el Liebestod:

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