Desde una viga del techo colgaban unos chorizos ya mohosos y cubiertos de moscas.
La gata Ñañao los miraba sin pestañear con unos ojos llenos de hambre.
En la tele unos prestigiosos tertulianos advertían de los peligros de los refugiados.
Jean Mari espantó a Ñañao.
"Mierda de gato, al final me va a comer los chorizos".