El viernes 21 de septiembre una compañera de trabajo me preguntó si había leído Un milagro en equilibrio. No recordaba el nombre de la autora, pero me dijo que lo había leído nada más dar a luz a su segundo hijo y que no solo le gustó, sino que le emocionó muchísimo. Ese mismo lunes me llevó el libro a la oficina.
Durante el fin de semana yo ya lo había buscado en Internet y había visto que la autora era Lucía Etxebarria. Como personaje público no me cae demasiado bien pero como escritora sí, ya que sus novelas Beatriz y los cuerpos celestes y El contenido del silencio sí me han gustado.La protagonista y narradora de esta historia es Eva Agulló, una superviviente de las letras que se ha hecho famosa como autora de un libro, Enganchadas, en el que recopila las historias de varias mujeres adictas a diferentes sustancias. No es un libro del que se sienta orgullosa precisamente, como tampoco lo está de ninguno de sus trabajos. Esporádicamente colabora con varias editoriales y medios de comunicación, mientras no pierde la esperanza en poder convertirse algún día no muy lejano en escritora de pleno derecho, pero por ahora las novelas que ha escrito siguen guardadas en un cajón después de haber sido rechazadas por muchas, demasiadas, editoriales.
Su trabajo, su día a día, su vida, no es el que le gustaría, el que había soñado, pero es lo que hay, las obligaciones, las facturas, la hipoteca, los créditos mandan y hay que seguir, tirar para adelante, sobrevivir cada día. Aunque no esté satisfecha ni orgullosa. Como tampoco lo está su familia. Su padre y su hermano Vicente son dos hombres excesivamente rectos, ordenados, organizados, acostumbrados a mandar y a ser obedecidos, a tener siempre todo bajo control y a fiscalizar la vida de todos los que están a su alrededor, especialmente sus familiares.
Su madre y sus hermanas,
Asun y Laureta, no son una excepción al gen de los Agulló. Siempre
son políticamente correctas, obedientes, sumisas. Aunque eso les
suponga vivir encerradas en un matrimonio, en una vida, en una rutina
que no les hace felices.
Así que Eva, la hermana
pequeña, es la oveja negra de la familia. La que no tiene un trabajo
estable, la que no se ha casado, la que sigue saliendo casi todas las
noches hasta las tantas, la que bebe y la que incluso tiene la fama
de ser adicta a las drogas. Y realmente es una adicta. Al alcohol, a
la tristeza, a la angustia, a la soledad y, por encima de todo, a ser
juzgada y valorada por los demás. No sabe verse ni entenderse por
ella misma, necesita verse, sentirse, pensarse a través de los ojos
de los demás. Necesita conocer su aprobación o, al menos, su
juicio, su crítica.
Todo esto lo conocemos a
través de una extensísima carta-diario que Eva escribe a Amanda, su
hija recién nacida, mientras su madre agoniza en la UCI. Eva acaba
de ser madre, acaba de formar una familia, le toca mirar hacia
adelante, pensar en el futuro, pero no puede evitar, porque lo
necesita mucho más de lo que imagina, saber el pasado de su propia
familia, la historia de sus padres. Necesita saber de dónde viene
para intentar vislumbrar hacia dónde se dirige.
Así, poco a poco
conoceremos los secretos a voces, las herencias materiales e
inmateriales, lo que todo el mundo sabe pero nadie se atreve a decir,
la historia nunca contada de la familia Agulló Benayas, que se ha
desarrollado entre Alicante y Madrid.
Y al mismo tiempo
conoceremos también el pasado de Eva, su propia historia. Cómo fue
su infancia y su adolescencia, sus amistades, sus noviazgos, sus
noches locas, su vida entre Madrid y Nueva York. Sus sueños, sus
deseos, sus anhelos pero, sobre todo, sus miedos, sus fantasmas, sus
angustias que, por desgracia, son mucho más abundantes.
Esta historia, que no sé
hasta qué punto es la historia de la propia Lucía Etxebarria,
también me ha emocionado y conmovido e incluso me ha hecho llorar.
Pero también me ha hecho reír y, sobre todo, reflexionar. Sobre mi
embarazo, sobre la familia que Pablo y yo estamos a punto de formar,
sobre cómo será nuestra relación con nuestro hijo, cómo será su
vida, qué pensará de nosotros, de nuestras vidas. ¿Estará
orgulloso de nosotros, de su familia, de su pasado, de su historia?
¿O, por el contrario, no querrá saber nada, no querrá conocer de
dónde viene?
De todo esto habla esta
novela que no solo entretiene y engancha mucho sino que, además,
hace pensar. Sobre la vida. Sobre el precario equilibrio en el que se
desarrollan nuestros días. Sobre el milagro que es que, a pesar de
todo, logremos sobrevivir. Porque eso es la vida. Un milagro. Nada
más y nada menos. Pero eso sí, un milagro en equilibrio.