Revista Opinión

Un minuto de silencio

Publicado el 05 enero 2010 por Crítica
Un minuto de silencioDesde la Dirección general de Tráfico nos piden guardar un minuto de silencio. Callar a la gente aunque sea un minuto, debe ser muy gratificante para quien considera que la gente como mejor está es callada. Yo pido lo contrario, pido un minuto de reflexión en voz alta sobre la seguridad vial y los derechos de los conductores. Empiezo mi minuto.
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Personalmente, me parecen indecentes hasta la nausea la mayoría campañas de tráfico del gobierno. Por ejemplo: en la misma campaña navideña del minuto de silencio, se dice textualmente que “si vas a conducir después de haber bebido este minuto de silencio es por ti”. No paso por alto que el mensaje es una auténtica amenaza de muerte, que de no haber sido el autor material el propio gobierno, se tendría que haber escrito con recortes de letras y estar sobre la mesa de un juez. Si damos por buena esta forma de hacer publicidad ¿qué nos depará la siguiente campaña? ¿Meternos a los conductores una bala en el buzón? Pero no queda ahí la cosa: paradógicamente, la campaña se llama “Al volante, cero alcohol”. Yo, como ciudadano responsable y con derechos, me pregunto: ¿Por qué cero? ¿No dice la ley que tengo perfecto derecho a conducir con 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre? Además de sádicos, hipócritas. El remate del anuncio también es de juzgado de guardia: “No conduzcas después de haber bebido, ni dejes que nadie lo haga”. Esto, lisa y llanamente, es pretender convertir a cada ciudadano en el ejecutor de un acto de violencia para los fines del gobierno. Impedir un derecho es comunmente un delito. ¿Es que también quiere la Dirección de Tráfico convertir a cada ciudadano en un delincuente?
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Es obvio para cualquier conductor medianamente informado, que el gobierno, mediante estas campañas propagandísticas, está realizando una labor sistemática de amedrentamiento de la población. El objeto es poder presentar estadísticas de accidentes de tráfico que sean políticamente favorables y que hagan pensar que el gobierno salva vidas. El medio para conseguir esas estadísticas es la “concienciación de los conductores”, lo que por lo visto no es incompatible con del ejercicio de la violencia psicológica de masas. Hay quien puede considerar que se están mandando mensajes educativos a los conductores, haciendo bueno el refrán de que "la letra con sangre entra", pero lo cierto es que no hay nada de información en ellos, ni nada que se pueda sacar intelectualmente en claro: son puro tremendismo. No niego que el fin de evitar muertes en la carretera es muy loable pero, desde luego, los medios que están utilizando para conseguirlo son indecentes y lo más triste es que además absolutamente inútiles; como se verá.
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El problema es que las estadísticas pueden manipularse para mostrar lo que uno quiere demostrar. En este caso, pretende hacerse creer que las campañas de concienciación salvan vidas. Esto, que supuestamente es tan obvio, no lo es en absoluto. Para demostrarlo pondré varios ejemplos. Primero: un conductor que ha decidido no beber haciendo caso a la campaña, va en su coche y tienen un accidente; se abre el airbag y sale ileso. ¿Quién le ha salvado la vida, la campaña de tráfico o el airbag? ¿El airbag, no? Otro ejemplo: un sugestionable ciudadano, aterrorizado por las campañas de tráfico, no coge el coche porque ha bebido un par de copas: ¿cuántas vidas ha salvado la campaña? ¿Una? La suya. ¿Diez? Si hubiera chocado contra un autobús escolar. ¿Cienmil? De haber chocado contra una central nuclear. ¿No será que no ha salvado ninguna vida, porque ninguna se ha puesto en juego? Pongamos que este mismo ciudadano decide ir andando, le atracan, le disparan y le matan ¿Le ha matado la campaña de tráfico o le ha matado el atracador? ¿El atracador, no? O sea, que en cualquier hipótesis que planteemos, dará como resultado que la campaña no salva vidas, porque salvar es un acto consumado y no algo apriorístico. Siendo así ¿por qué se gasta el gobierno nuestro dinero en campañas que no salvan vidas?
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Un minuto de silencioExiste un conocido argumento que indica la perversión argumental de los autores. El anuncio dice que conducción más alcohol es igual a accidente con heridos. Pongámoslo blanco sobre negro. ¿Qué probabilidades tiene de herir a alguien, o de resultar herido, un conductor que ha bebido alcohol? ¿El 100%, como dice la DGT? ¿Así que es seguro que se herirá a alguien, en cualquier caso, con cualquier grado de alcohol, en cualquier circustancia? Eso no lo puede dar por bueno nadie medianamente inteligente, y sin embargo es un mentira muy convincente tan sólo por lo aterrador de los resultados. Es humano tener miedo por la vida de cada uno y la de los nuestros, pero excitar esos pensamientos para anular la razón es sencillamente terrorismo.
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La probabilística y la estadística son dos cosas muy diferentes. La probabilidad de que alguien beba y tenga un accidente de tráfico mortal es bajísima. De hecho, hay más probabilidades de que esa misma persona muera en la cama durmiendo. Sin embargo, el alcohol aparece en todas las estadísticas de accidentes de tráfico. ¿Por qué? Muy sencillo: porque la gente bebe alcohol y la gente conduce. Estadísticamente el ciudadano medio pasa cierto tiempo de su día a día con algo a alcohol en la sangre y cierto tiempo del día conduciendo. Beber es un acto social, evasivo, que forma parte de la cultura española; solo hay que preguntarse dónde van a parar los millones de litros de alcohol se fabrican y venden cada año. Los ciudadanos no beben para conducir, sino que conducen y beben. En este contexto cualquier actividad humana corriente que se analizase, dará como resultado que en cierta medida ha sido realizada bajo los efectos del alcohol. Tanto si la actividad medida entraña un peligro, como si no, el alcohol estaría presente en todas las estadísticas. Pero es que, para más inri, en este caso estamos analizando las fatalidades ya consumadas, así que cualquier condicionante que eligiesemos, aparte del alcohol, también podría llevarnos a la conclusión de que es la causa principal de cada accidente. Sería igual de fácil inferir estadísticamente que el alcohol es una de las principales causa de los accidentes, como que las mujeres en el asiento del copiloto es una de las principales causas de los accidentes.
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La pieza clave de todo este embrollo propagandístico es que el gobierno jamás será capaz de admitir algo tan obvio como que conducir bebido no produce la muerte. Así de sencillo. Por lo tanto, como conducir bebido no significa perder la vida, ellos no las están salvando con sus campañas. Lo reprochable es que en vez de confrontar la realidad han preferido convertir esa verdad en un conjuro africano que llena de espanto con solo ser pronunciado. Está claro que hay políticos que prefieren gobernar un pueblo con una mentalidad de la edad de piedra, aterrorizado ante la muerte y engrilletado por los tabues; antes que gobernar un pueblo de ciudadanos intelectualmente responsables que demandan información verídica para juzgar por sí mismos. Al parecer les sobra con que el día de las elecciones nos acordemos de su influjo chamánico sobre eventualidades que no han llegado a ocurrir, porque ¿quién es tan duro de corazón que rechazaría votar a alguien que "salva" tantas vidas humanas?
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Si con los datos en la mano, el gobierno cuantificara las probabilidades de sufrir un accidente de conducir con una cantidad de alcohol concreta, en un lapso de tiempo concreto, y con esos datos hiciera unas tablas, el ciudadano perdería su dependencia psicológica de esa falsa sensación de seguridad, y por tanto no podría ser manipulado con estadísticas que avalan, falsamente, que el miedo que le provoca el gobierno con sus campañas tremebundas le está asegurando en cierto modo la vida. Además, con esta tabla de datos empíricos, el gobierno no podría justificar la extremada dureza de muchas de las sanciones cuyo único sustento juridico es el de hacer creer que se están salvando unas vidas que en realidad no están siendo salvadas.
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La facultad de circular libremente es uno de los mayores derechos del Ser humano. Cualquiera que tenga coche sabe que ese derecho, gracias a su automovil, se expande casi sin límites. Por eso es tan satisfactorio conducir. Por eso casi todos los ciudadanos aspiran a conseguir el carnet de conducir en cuanto tienen edad o posibilidades de hacerlo. Conducir es una satisfacción y, muchas veces, hasta un verdadero placer. Desplazarse es cultura y riqueza. La gente coge su coche para unirse con su familia, para conocer nuevos lugares, para disfrutar de sus vacaciones, para disfrutar de la comida y de la amistad, para trabajar y ganar dinero. La velada amenaza de que la muerte ronda tras la satisfacción de ese derecho a desplazarse en automovil, es una verdadera infamia, porque efectivamente ronda detrás de cualquier actividad de todos los Seres humanos; sin embargo, pocas son tan gratificantes y liberadoras. La seguridad no justifica la coacción para ejercer un derecho. Aterrorizar a los conductores lo que hace no es salvar vidas sino quitarle sus derechos. Por eso, reprimir la conducción es reprimir la libertad de las personas. Nadie, por muy gobierno que sea debería tener derecho a hacer eso y por tanto la ciudadanía debería limitarle al gobierno esa facultad.
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Un minuto de silencio¿Estoy sugiriendo que se desregule la conducción con alcohol? En absoluto. El Estado tiene derecho a poner las normas necesarias para que la conducción sea lo más segura posible y que pueda ejercerla todo ciudadano. El Estado también tiene la obligación de velar porque esas normas se cumplan. Así como el derecho a sancionar proporcionadamente a quien incumple con ellas. Por tanto a mi me parece correcto que se pongan límites a la conducción con alcohol. Lo que me parece indecente es que se utilice como propaganda a las personas que han fallecido en accidente de tráfico para restringir el derecho a conducir de las que estamos vivas. Asimismo, me parece intolerable que se interpreten engañosamente las estadísticas que pagamos con el dinero de todos, para cocinar propaganda política partidista.
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Si el gobierno quisiera de verdad salvar vidas, debería poner nuestros recursos, no en la propaganda o en la represión desmedida: sino en los elementos que de verdad salvan vidas. Elementos que cuando uno ha tenido un accidente grave, o cuando ha evitado objetivamente uno, puede volver la vista atrás y decir: eso fue lo que me salvó la vida y no la palabrería barata de un anuncio. ¿Cuáles son estos elementos que salvan vidas? Pues los airbag, las barras de seguridad, la correcta señalización, la iluminación, el buen mantenimiento de las carreteras, la educación vial, la buena información de tráfico, las ambulancias y los tiempos de asistencia médica, etc.
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Invertir en seguridad verdadera no solo salva vidas, sino que además proporciona trabajo y riqueza al País. Restringir nuestros derechos como conductores puede que haya beneficiado a publicistas, dueños de medios de comunicación y políticos de tres al cuarto, pero lo cierto es que la concienciación aún no ha salvado ninguna vida, ni lo hará.
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El indecente anuncio en cuestión.

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