Revista Psicología

Un mundo de contrastes

Por Rms @roxymusic8
(Image source: mitchellwapner.buzznet.com)

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Me impacta el mundo que tenemos hoy en día, lo que somos capaces de hacer y de no hacer las personas. Acabo de ver un reportaje fotográfico que muestra las diferentes realidades que hay en nuestro querido planeta Tierra. ¡Tan dispares! Tan duras unas y tan alegres otras. ¡Y eso a unos pocos kilómetros de distancia! Por eso la importancia de saber para qué se está en el mundo, que somos Luz para el de al lado y no cenizas. Que no es el mundo para uno sólo ni yo solo para el mundo. ¡Responsabilidad a gritos! Y en todos los sentidos”.

Así comentaba una reciente entrada en el blog de un amigo. Y a raíz de aquel reportaje fotográfico, de estas palabras que escribí, de leer números de la revista XL Semanal y de últimos encuentros con personas de la calle y otras que la vida me ha traído, hay un tema que llevo rumiando siempre que salen a escena estas cosas y quería hacéroslo llegar. Me es indiferente que sea Fin de Año o quizás sea incluso mejor, justo hoy que la gente está sensibilizada con los cambios.

Son los contrastes. Las diferentes realidades lo que me tiene impactada. La vida en un hemisferio y en el otro; en un país desarrollado y en otro al que no dejan desarrollarse. La vida llena de injusticias, de catástrofes naturales y de torturas y muertes a vidas inocentes. Esto último es lo que más me ha tocado la conciencia y, cómo no, el corazón.

Pensaba en todas esas personas que no pueden vivir su vida. Desde las que sufren cualquier tipo de abuso, las que son secuestradas por largo tiempo, las que se les priva la educación, las que no tienen familia ni amigos o alguien de confianza a su lado, hasta las que no tienen casa o lugar donde vivir, las que tienen alguna enfermedad o discapacidad que les impide ser conscientes de su vida, las que obligan a renegar de su fe y torturan hasta matar si no se doblegan, las que no tienen voz ni voto por culpa de leyes, religiones extremistas y normas, las que son utilizadas como esclavas sin importar su edad (sólo de pensarlo y transcribirlo se me ponen los pelos de punta).

Acto seguido levanto la vista y miro a mi alrededor. En el país donde vivo, a pesar de lo que digan, ¡no existen esos contrastes que se ven, se leen y escuchan en otros continentes! Aquí estamos en la zona de confort. Somos unos privilegiados y encima no lo valoramos. No damos importancia a las cosas pequeñas e incluso a las grandes. No damos cabida a la gratitud por esas cosas porque pensamos que nos las merecemos. Siempre en continuas quejas. Aquí queremos más sin aportar. Permitidme que hable en general aun sabiendo que hay miles de personas que sí son luz par el de al lado.

Pensaba de nuevo en todas esas personas que no pueden vivir su vida. Acto seguido miro a mi alrededor y no veo a nadie solidarizarse con aquéllas. Hay veces que me asalta la pregunta, ¿y tú, qué haces? Después otra, ¿qué haces tú por todas ellas? Y otra, ¿vives tu vida como merece ser vivida? Y de ahí viene toda esta reflexión. Cuando pienso en todas esas personas que no pueden vivir su vida y pienso en mi vida y en la de las personas de mi alrededor, unas veces vidas ejemplo y otras, decepcionantes, se me cae la cara de vergüenza. ¡Qué injusticia y qué poca consideración para con ellas! Vivamos nuestras vidas por las personas que no la pueden vivir. Si puedes conseguir el oro, no te contentes con la plata porque si se te ha permitido el oro es porque con y a través de él vas a aportar en la vida, vas a lograr un bien común mayor. Hagamos que tenga un sentido el sacrificio o el martirio de todas esas personas que no pueden vivir su vida.

Este es otro punto de partida pero que tiene su enjundia. Hay veces que no sabes cómo aportar, cómo cambiar las reglas del juego, cómo intervenir en el bien colectivo. Y lees cosas sobre todas esas personas que no pueden vivir su vida y, aunque te llenen de impotencia y tristeza, te tiran para arriba. Por ellas, lo harás. Vas a vivir. Pero no vivir para los sentidos sino para los demás, para ti, para Dios, para llenar de vida los pasos que des en tu camino aquí en la Tierra. ¿Se puede tener esto como el sentido de la vida? Hay tanto por hacer, tanto que decir, tanto que construir, tanto que vaciar de odio y llenar de amor, tanto que cambiar, y a veces uno puede pensar que es imposible y que no vale la pena. Pues voy a decir una cosa: que el mundo esté así es porque uno detrás de otro, tiró la toalla, se dejó llevar por los sentidos, por el poder, por el egoísmo. ¿Qué pasaría si, uno detrás de otro, viviéramos nuestra vida como merece ser vivida? ¡Hay que reconstruir! Todo, por pequeño que sea, suma. El humanismo es la respuesta. La dignidad de la persona es la base.


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