Revista Cultura y Ocio

Un mundo feliz

Publicado el 26 septiembre 2014 por Sofiatura
“Una distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. Esta sociedad distópica suele ser introducida mediante una novela, ensayo, cómic, serie televisiva o cine.” [Wikipedia]
Me he valido de esta escueta pero eficaz definición para referirme a una de las novelas modernas distópicas por excelencia: Un mundo feliz, o Brave New World (1932), título original que le dio su autor, Aldous Huxley.
Feliz, nuevo, y valiente, son los distintos adjetivos utilizados para describir una sociedad cumbre de la civilización, un lugar en el que todos los seres humanos son creados de forma artificial. Bienvenidos a un mundo feliz, en el que no existe la inestabilidad, los padres y las madres, el amor, las emociones violentas, la vejez; un lugar donde se enseña a aceptar la muerte de una forma espeluznantemente natural y donde una droga te hace olvidar cualquier pena o dolor.
Un mundo feliz
Tanta maravilla hace preguntarse dónde está el problema en tan perfecta y evolucionada comunidad. Por supuesto, mediante la narración, la distopía en la que consiste este libro, iremos descubriendo que no todo lo que reluce es oro, y que tras ese universo magnánimo de felicidad y seres humanos sociales y unidos, la fría y aplastante realidad está latente. 
Como cualquier otro clásico, Un mundo feliz se vale de una ocurrente y particular capacidad de impresión para dejar patidifuso al lector. Tal vez no tanto a uno moderno, pero con toda seguridad a aquellos que en los años 30 y sus décadas posteriores leyeron de primera mano esta novela. 
Yo, que me incluyo dentro de ese grupo de “lectora actual”, debo decir que esta feliz distopía me gustó más que por esa caótica historia –aparentemente sosegada- por el mensaje que subyace en ella. 

Un mundo feliz

Aldoux Huxley (1894-1963)


La narración en sí me pareció algunas veces algo inconclusa; me faltaron más datos, más porqués, una guía algo más amplia de cómo se llegó al punto de partida. Pero dejando mi tisquismería personal atrás, no cabe duda de que lo que se trata en la obra de Huxley rasguña a cualquiera que se adentre en ese mundo en el que la calma y el control imperantes esconden en realidad una angustia y vacío sobrecogedores. 
Por tanto, entre las muchas conclusiones que me quedan de esta lectura, hay una que me resulta tranquilizadora y brevemente perturbadora, todo al mismo tiempo. ¿Que si os la confieso? Bien, he de decir que la falta de libertad, la opresión y el régimen que se disfrazan de cordero en esta historia me hicieron atisbar la posibilidad de que, tal vez (y solo tal vez), este mundo en que vivimos no sea tan terrible… Todavía.

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