Hijo, te voy a contar cómo conocí a Sub-Zero...
… harán muchas cosas pero lo que casi seguro no harán será leer el código PEGI. Si ahora mismo te estás preguntando qué albricias es este código PEGI, tranquilo, no es raro tener esta duda. Es algo tan desconocido como las condiciones de uso de iTunes, que aceptamos sin leer con un simple clic de ratón, o como el prospecto de los medicamentos, que sirve para algo más que impedir que volvamos a introducir las aspirinas en su caja.
Pero el PEGI es importante, ¿qué coño importante? Primordial. El Pan European Game Information es un código muy sencillo de leer y que indica rápidamente si un videojuego es adecuado para un niño, niña, adolescente, adulto, anciano o ameba. Y lo que es mejor, evitar que luego se oigan quejas del estilo “Este juego es demasiado violento para mi hijo, no lo quiero”. Con todo el respeto: haber observado el código PEGI antes, imbécil.
Estoy harto, pero realmente harto, de oír que los videojuegos ponen la violencia frente a los niños y además les hacen partícipes de la misma, rompiendo su inocencia, volviéndoles propensos a comportamientos violentos y bla bla bla… Lo peor de todo es ver a esos padres indignados, con los brazos cruzados sobre el pecho, el mentón alzado y la mirada acusadora, demonizando a los videojuegos por esta razón. Unos videojuegos que le han comprado ellos mismos a su hijo. Vale, que ya hay niños muy listos que compran sus propios juegos, pero los juegan en casa, donde los padres pueden vigilar sus hábitos de juego.
Esto no son logros, a ver si nos enteramos ya
Lo que vengo a decir es muy sencillo. Los padres que se quejan de la violencia de los videojuegos me parecen llanamente unos irresponsables que prefieren pasar el problema a otros escudándose en una virtual ignorancia. Y digo virtual porque no es real, simplemente es producto de una falta absoluta de interés por las rutinas de ocio de sus hijos. Si hijo, yo te compro el GTA IV sin mirar si es apropiado para tu edad porque no quiero que me estés dando por saco con lo de “Quiero el GTA, quiero el GTA, quiero el GTA…”. Me es más sencillo claudicar y olvidarme que hacer el papel de padre, informarme y razonar contigo por qué este juego es demasiado violento para ti.
Es un ejemplo inventado pero me juego la patilla izquierda a que se ha dado en la realidad más de una, diez y cien veces en nuestro país (si algún empleado de tienda de videojuegos quiere confirmarlo, por favor, que deje un comentario). A ver, no soy padre todavía, pero me imagino que es una tarea jodida, muy jodida, criar a un hijo, pero es precisamente eso, tu hijo, no un Yorkshire, es una personita que va a vivir los primeros años de tu vida escudado de los males del exterior gracias a la protección paternal, ¿acaso no merece atención porque en ocasiones sea un coñazo?
Ahora podría ponerme a hablar del ejemplo de mi generación, los de la treintena. Pero creo que es un ejemplo que no aplica, simplemente por las limitaciones técnicas que sufrimos. Cuando éramos tan pequeños que podíamos absorber cualquier estímulo exterior como algo real1 los videojuegos eran un simple puñado de píxeles amorfos. Cuando juegos como Mortal Kombat llegaron a nuestras consolas, nosotros ya teníamos el concepto de videojuego bien moldeado en nuestras cabecitas y sabíamos qué era real y qué no.
Mamá, ¿qué significa eso de desmembrar?
Pero hoy en día, con carnicerías digitales como Gears of War, los últimos Mortal Kombat, Silent Hill y otros juegos que llevan el detalle hasta las vísceras, hoy que controlar a que juegan los niños. No es normal ver a un niño de 6 años destripando a un Locust con el Lancer de Marcus Phoenix, y lo que es menos normal aun es que sus padres se estén echando unas risas mientras ven a su hijo haciéndolo.
Así que, aprovechando que estoy ocupando el atril ahora mismo, hago un llamamiento no sólo a los padres actuales, sino a los futuros. Hay videojuegos violentos y seguirá habiéndolos, no son un mal, son una forma más de entretenimiento, así que antes de poneros a llorar y proclamar al aire lo de “si lo hubiera sabido antes” dadle la vuelta a la caja del juego, echad un vistazo al código PEGI y aseguraos de que vuestro hijo no corre ningún tipo de riesgo de sufrir un trauma jugando al videojuego que tanto desea.
Seréis los malos de la película, pero en eso dicen que consiste ser padre.