Revista Bolsa

Un nombre vale más que mil palabras

Publicado el 25 enero 2016 por Monedarota @Monedarota

Parece una decisión arbitraria. Una decisión basada generalmente en algoritmos de gustos rimbombantes o de bonita sonoridad, de absurdas aversiones o probabilísticos cálculos sobre honores hereditarios y reconocimientos sanguíneos. Si acaso, en el improvisado homenaje a algún ídolo casual. Tendencias. Pero sobre todo, una decisión que nos afecta -y vaya si nos afecta- y de la que no formamos parte. No hasta mucho tiempo después. Nos viene dado. Nuestro nombre.

Nuestro nombre y nuestros apellidos influyen mucho más de lo que imaginamos en nuestra vida personal y profesional. Así lo han puesto de manifiesto diversos estudios científicos publicados recientemente. Y es razonable: igual que preferimos unos colores a otros, unas miradas a otras, también los nombres nos pueden generar atracción o rechazo en un determinado momento. Y eso tiene consecuencias.

¿Cómo puede tu nombre afectar a tu vida?

Pensemos por un momento en una de las empresas más exitosas que existen. Minnesota Mining and Manufacturing Co. ¿A que nunca habían oído hablar de ella? En realidad se trata de la empresa que produce productos tan reclamados como los post-it o las tiritas. Pero con ese tosco y quebradizo nombre no iban a llegar muy lejos, así que decidieron cambiarlo por uno más sexy e innovador: 3M. ¿Qué me dicen sino de Apple?

Pues bien. Un nombre no es un hecho trivial. Ni para las empresas, ni para las personas.

Una de las primeras cosas a tener en cuenta es que precisamente los nombres o apellidos raros juegan en nuestra contra. Eso que a priori parece justo al revés. Especialmente si estamos acostumbrados a manejar referencias bibliográficas. Yo siempre he pensado que tener un nombre corto y raro, que permita ser fácilmente recordado y no confundirte con otros investigadores, era un activo. Todo parece indicar lo contrario. Alter y Oppenheimer (2009), y Laham et al. (2011) nos advierten que los nombres fácilmente pronunciables, claros y fluidos son más deseados. Y todos sabemos perfectamente cómo se pronuncia un nombre o un apellido frecuente y repetido como Smith, Bach, Rossi, o Pérez. Sin embargo, ¿qué me dicen de Vlahakis o Wojtkiewicz? Difícil acordarse de ellos. Apellidarse García, por fin, puede tener más ventajas que inconvenientes.

Quizá alguno piense que esto es sólo una curiosidad sociológica, pero vayamos al terreno profesional. Cotton et al. (2008) nos demuestran que las personas con nombres más comunes tienen más probabilidades de ser contratadas por una empresa. Por favor, no hace falta que las Marías en paro se construyan falsas esperanzas. Evidentemente, hay muchos otros factores que influyen.

Quizá tan sólo sea conveniente no olvidar lo contrario: el hecho de tener un nombre raro no ayuda. Incluso hay quien ha investigado que un nombre extraño o difícil de pronunciar se puede asociar a la delincuencia juvenil. El motivo: Kalist y Lee (2009) probaron que las personas que tenían nombres raros tenían más probabilidades de ser menos populares en su juventud, y esa falta de popularidad podía estar asociada al crimen. Claro, el origen socioeconómico de las familias también afecta. Y esta información muchas veces también se esconde meticulosamente en el nombre de una persona.

La cuestión racial también se revela aquí, por muy injusta que sea. En el estudio de Bertrand y Mullainathan (2004) -éste último, dicho sea de paso, con curioso apellido- los candidatos a un trabajo con nombres que aparentan ser de raza blanca lograron un 50% más de llamadas de vuelta por parte de los reclutadores que los que tenían apellidos de origen afroamericano. Una marginación que ya empieza en la escuela ( aquí).

Hablando de injusticias, los hombres con nombres femeninos también tienen más probabilidades de abandonar la escuela ( Figlio, 2005) y las mujeres con nombres masculinos (como Jan, Andrea o Cameron) más probabilidades de lograr éxito en determinados campos, como el jurídico ( aquí), probando lo que los autores del trabajo denominan " la hipótesis Portia" (por El Mercader de Venecia).

Si quieren ocupar puestos de responsabilidad en las empresas y son hombres con un nombre muy largo, acórtenlo. Pero ¡ah!, si son mujeres, no se escondan. Adelante con esos nombres fabulosos. Esto nos lo dice LinkedIn.

Llegados a este punto, supongo que ya habrán pensado dos veces en sus propios nombres. Estas preferencias nominales afectan, como indican Anseel y Duyek (2008), al lugar donde vivimos o a la persona junto a la que decidimos pasar nuestras vidas. Pero también a la empresa para la que trabajamos. ¿Cómo empieza su nombre? Exacto. Las personas también tienen tendencia a trabajar en empresas cuyos nombres empiezan igual que sus propios nombres. Por ejemplo, Amanda en Amazon. Alberto en Albertis. Christian en Chrysler.

Son procesos inconscientes todos ellos. Pero las personas vamos actuando conforme a ello. Nos influye, nos va trazando. Algo que el escritor Ángel Ganivet ya esbozaba cuando dijo eso de que el nombre propio marca la individualidad y el apellido, las relaciones sociales.

Puede que nos haya afectado desde el momento en que, de niños, nos situábamos en un determinado pupitre alineados por orden alfabético, estábamos rodeados por gente con el mismo o similar apellido, o incluso nos transmitía paciencia, atención o desinterés cuando el profesor pasaba lista. Quizá por eso, el inicio del alfabeto suele estar ligado al éxito escolar ( aquí).

Que no se asusten aquellos que se apelliden Zurdo, Zurbarán o Zurmendi. El final del alfabeto está asociado con el consumo impulsivo, ya que estas personas son más susceptibles de caer en estrategias promocionales ( aquí). Lo siento.

Puestos así, quizá sólo nos quede conformarnos con el nombre que nos han puesto y pensar en otras alternativas de la vida social. O cambiarlo. O seguir recordando a nuestras abuelas con ese pequeño homenaje que, a nuestra honra, nuestros padres quisieron hacerles. En mi caso, siempre ha sido suficientemente reconfortante llamarme Marta gracias a ella. Pero es mejor ser conscientes de que quizá en esta vida tan curiosa y sofisticada, por muchos cursos que hayamos hecho y muchos años de experiencia profesional y horas extras que aparezcan en nuestro curriculum vitae, nuestro simple nombre nos puede alejar del trabajo que tanto deseamos tener.

O no. Quién sabe cómo funcionan estos extraños seres llamados humanos, y sus impulsos...

Un nombre vale más que mil palabras

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