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Un oasis.

Publicado el 29 marzo 2012 por Bypils @bypils

El día se merece un poco de humor…Por crear un oasis…; – )

Este es un chiste 2.o, que me llega al alma…El protagonista es un teléfono, primo mío, que vive en Nueva York.

Un oasis.

Aquí, tenemos una partitura musical que , si algo se puede decir de ella es que es para Mayores de 18 años. Mucho sexo.

Un oasis.

No sé como sonara esto… ; – )

También me han arrancado unas sonrisas , estos carteles. Muy simples.

Un oasis.

Un oasis.

Este último, respuesta de unos vecinos a los que se les han estrellado varios coches en su casa. Más efectivo que una señal de 30 Km /h…

Finalmente, el oasis de humor se cierra con diseños de identificadores de aseos. A veces, se complican tanto la vida que te quedas un ratito, delante de la puerta, dudando si el lavabo es de tíos o de tías… En fin, cosas del diseño. Estos son muy sencillos, pero fáciles de identificar.

Un oasis.

Un oasis.

Un oasis.

De este, hay que hacer un comentario. Seguro ( pondría la mano en el fuego) que lo ha diseñado un hombre. Todas las mujeres saben que en un lavabo público NUNCA debes sentarte en el inodoro. Básico.

Hay un texto muy, muy, muy gracioso ( si eres mujer, empatizas seguro y si eres hombre, descubres cosas) que corre por Internet y que a mi me envió una amiga que envía muy puntualmente y sólo cuando cree que es excepcional. Me reí muchísimo… Lo he encontrado y os lo dejo aquí.

Mi mamá era una fanática de los baños públicos. De chiquita me llevaba al baño, me enseñaba a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza. Finalmente me instruía: “Nunca, nunca te sientes en un baño público” Y luego me mostraba “La posición” que
consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza.

Eso fue hace mucho tiempo. Pero aún hoy en nuestros años más maduros, “la posición” es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está que revienta.

Cuando “tenés que ir” a un baño público, te encontrás con una cola de mujeres que te hace pensar que los calzones de Brad Pitt están a la venta y a mitad de precio.

Así que esperas pacientemente y sonreís amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando el el calzon.

Finalmente te toca tu turno. Verificás cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas. Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzas casi tirando a la persona que va saliendo.

Entrás y te das cuenta que el picaporte no funciona; no importa… Colgás tu bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho, te lo colgás del cuello mientras mirás como se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa que te colgaste al cuello, porque el bolso está lleno de mugres que le fuiste tirando adentro – la mayoría de las cuales no usas, pero que las tenemos por si acaso-.

Pero volviendo a la puerta… como no tenía picaporte, sólo tienes la opción de sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajás la bombacha y asumís “la posición”… Alivio…… AAhhhhhh….. Más alivio… Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar….

Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel, así que te quedas en “la posición” mientras tus piernas tiemblan tan fuerte que registrarían 8 en la escala de Richter, sin contar la salpicada finita del chorro que pega en la loza y que te cae hasta las medias ¡¡¡que seguramente se va a notar!!!

Para alejar tu mente de esa desgracia, buscas el rollo de papel higiénico, peroooo, je, je…! el rollo esta vacío…!.

Tus piernas tiemblan cada vez más.

Recordás el pedacito de papel con el que te limpiaste hace un rato la nariz. Eso tendrá que ser suficiente. Lo arrugás de la manera más esponjada posible. Pero es más chico que la uña de tu dedo y encima todavía está mojado de moco… En eso, alguien empuja la puerta de tu baño y como el cerrojo no funciona recibís tremendo viandazo en la cabeza. Les gritás caliente: “OCUPADOOOO !!!”, mientras continuás empujado la puerta con tu mano libre y el pedacito de kleenex que tenías
en la mano se te cae exactamente en un charquito que hay en el piso y no estás segura si es agua o mmmm.. meo…. je!, y vos te vas de espalda y te caes sentada en el inodoro del baño.

Te levantás rápidamente, pero ya es demasiado tarde, tus pompis ya entraron en contacto con todos los gérmenes y formas de vida del asiento porque VOS nunca lo cubriste con papel higiénico, que de todos modos no había, aun cuando hubieras tenido tiempo de hacerlo. Sin contar el golpe en la cabeza, el desnuque de la correa del bolso, la salpicada del chorro en las piernas y en las medias, la que te conté, que todavía está mojada… El recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima de vos si supiera; porque sus pompis nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, “vos no sabes que clase de enfermedades podrías agarrarte ahí”.

Pero la debacle no termina ahí… ahora el sensor automático del baño está tan confundido que suelta el agua como si fuera una fuente y manda todo al colector con tal fuerza que te tenés que agarrar del tubo que sostiene el papel de baño (cuando hay) por miedo a que te vaya a chupar y vayas a aparecer en la China.

Aquí es cuando finalmente te rendís. Estás empapada por el agua que salió del baño como fuente. Estás exhausta. Tratás de limpiarte con un celofán de unos chiclets Adams; luego salís inconspicuamente al lavamanos.

No sabes cómo funcionan con los sensores automáticos así que te limpias las manos con saliva, te las secas con una toalla de papel y salís pasando junto a la línea de mujeres que aún están esperando con las piernas cruzadas y en estos momentos sos incapaz de sonreír cortésmente.

Un alma caritativa al final de la línea te dice que vas arrastrando papel higiénico pegado a tu zapato del largo del río Mississippi…! Tironeás el papel del zapato, lo depositás rudamente en la mano de la mujer que te dijo que lo traías pegado y le decís suavemente: “Tomá… podés necesitarlo…!!!” y salís.

En este momento ves a tu esposo que ha entrado, usado y salido del baño de hombres y que tuvo tiempo de sobra para leer La Guerra y la Paz mientras te esperaba. “¿Por qué tardaste tanto?” te pregunta azorado. Aquí es cuando vos le pones una linda cara de orto y lo mandás a la reconcha de su madre.

Esto esta dedicado a las mujeres de todas partes que han tenido que usar un baño público.

Y finalmente les explica a ustedes, hombres, por qué nosotras tardamos tanto…


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