ver días 14 y 15: Washington DC
Los próximos dos días vamos a pasarlos visitando la gran manzana, como se conoce popularmente a Nueva York. Aunque sería más exacto decir que vamos a recorrer Manhattan; pues hay mucho que ver y no tenemos tiempo para conocer los cinco distritos que configuran esta gran ciudad (Manhattan, Brooklyng, Queens, Bronx y Staten Island) Por supuesto para lo que sí habrá tiempo es para pasar por Liberty Island y Ellis Island, pequeñas islas emblemáticas de la ciudad.
Nuestro camino hacia Nueva York va acompañado de intensa lluvia. Nos dirigimos en primer lugar a Nueva Jersey donde tenemos el hotel, pues los precios en Manhattan eran muy caros para nosotros. Hemos encontrado un Super 8 (una cadena típica de moteles de carretera en Estados Unidos) junto al que pasa un autobús que lleva directamente al centro de Manhattan por 3$ por pasaje; el trayecto dura una media hora aproximadamente. Además así nos ahorramos el peaje de entrada a la isla de Manhattan y el caos de tráfico que se forma en ella.
Llegamos al hotel a las 12:30 habiendo salido a las 8:10 de Washington, el recorrido en coche ha sido de 374 km.
Nuestra primer destino es Battery Park para coger el ferry que nos llevará a Liberty Island y a Ellis Island. También salen ferries desde Liberty State Park en New Jersey.
Nos llevamos una inesperada sorpresa al descubrir que los ferries gratuitos que salían de forma constante en nuestra primera visita a la ciudad en 2001 ya no existen; ahora el pasaje cuesta 18$ por persona. Aparte de que este es un destino ineludible cuando viajas a Nueva York, las mejores vistas del skyline de Manhattan se tienen desde aquí.
Una vez en la isla nos ofrecen una audioguía en español que nos va relatando la historia de la estatua de la libertad.
Como sabéis se trató de un regalo del pueblo francés a los norteamericanos, se lo hicieron en 1886 para conmemorar el centenario de la declaración de independencia y la amistad entre ambas naciones. La estatua fue diseñada por el escultor Bartholdi y la parte técnica corrió a cargo del ingeniero Eiffel (sí, el mismo que el de la torre que lleva su nombre en París) El pedestal sobre el que se levanta la estatua es un diseño del arquitecto estadounidense Richard Hunt. El nombre original de la escultura es El 1984 la Unesco la declaró la libertad guiando al mundo y curiosamente hasta 1902 fue utilizada como faro.
patrimonio de la humanidad.
La altura total del monumento es de 92'99 m y solo la estatua mide 46'05 desde la punta de la antorcha hasta el final de la toga. Está fabricada en cobre, acero y hormigón. Se puede subir a su corona, pero no está incluido en la visita y nosotros no lo hicimos. Una vez vista la estatua por todos sus frentes cogemos de nuevo el ferry y nos trasladamos a la vecina
Ellis Island. Desde esta isla se puede contemplar Manhattan desde más cerca.
La isla de Ellis servía de aduana, allí llegaban los barcos cargados de gente que venía desde Europa en busca del sueña americano.
Y esta es la historia que te relatan a través de la audioguía. Se pueden visitar las instalaciones que normalmente están llenas de recuerdos y documentos de aquella etapa; pero nosotros tuvimos mala suerte y un problema del sistema de ventilación había obligado a trasladar casi todos los enseres del museo. En su lugar solo pudimos ver carteles advirtiendo de este contratiempo.
De regreso a Manhattan y aprovechando que estamos al sur de la isla, nos dirigimos hacia la tristemente conocida como zona cero.
En algunos puntos todavía está en obras. Estar aquí nos trae una sensación agridulce. Por un lado tenemos un grato recuerdo de nuestro paso por este lugar hace 14 años, nuestro primer viaje fuera de Europa; por otro lado es muy amargo ver que ahora el lugar es completamente diferente por causa de la sin razón y la barbarie humana. En la zona donde antes se levantaba el
World Trade Center, es decir las torres gemelas, hay ahora dos gigantescas fuentes que ocupan exactamente el lugar donde se emplazaban las torres. Y rodeándolas los nombres de los fallecidos en el atentado del 11 de septiembre 2001. A la cabeza me vienen las imágenes de las torres cayendo y nuestra incredulidad al verlo en directo apenas 6 meses después de haber estado allí, en lo más alto de una de ellas. Los ojos se me empañan ligeramente y el pensamiento se me va hacia ese profundo y oscuro agujero al que van a dar las aguas del monumento conmemorativo.
En momentos así, en los que la realidad muestra el lado más oscuro de las personas, me gusta recordar que puedo estar aquí gracias a que llevo en mi cuerpo un trasplante, un regalo altruista y generoso que representa lo más luminoso del ser humano.
a las 19:30 y al descubrir que no hay nada de cola iniciamos la visita. Una decisión no planeada pero afortunada, ya que nos permitió ver la ciudad de día y de noche y con una magnífica puesta de sol de regalo. Las entradas nos cuestas 32 $ por persona.
Solo subir en el ascensor ya es una experiencia increíble. Según asciendes es como si fueses en una máquina del tiempo que te va mostrando la ciudad a lo largo de los años, pero como si la vieses de verdad a través de una ventana, es decir la perspectiva es la misma que tendrías desde el ascensor a medida que vas ascendiendo, pero como también vas avanzando en el tiempo ves como Manhattan va creciendo de la nada. Difícil de explicar, pero 1 minuto (lo que tarda en llegar a la plata 102) espectacular.
La torre tiene una altura de 541 m, lo que equivale a la séptima estructura y cuarto edificio más alto del mundo.
Después paseíto nocturno por la zona y a dormir.
Hoy hemos decidido no coger trasporte (salvo el bus del hotel a Manhattan) y recorrer la isla a pie. Como nosotros ya conocemos la ciudad, queremos hacer un itinerario pensado para nuestro hijo, así que la idea es gastar gran parte del día por Central Park.
Marcamos en el mapa los puntos por los que queremos pasar y nos ponemos en marcha. Finalmente nos salió la siguiente ruta:
¡20 km! Ahora que lo he calculado me parece mentira, no creí que yo fuera capaz de andar tanto :)
Empezamos por la famosa y concurrida Times Square, entre Broadway y la séptima avenida.
Y seguimos hacia el sur para encontrarnos con el
Empire State Building y con el edificio Fuller o La plancha, como se le conoce popularmente debido a su forma.
Desde allí giramos en dirección norte para acercarnos a la sede de las
Naciones Unidas. Al llegar allí sorpresa, ya no se puede acceder a la plaza sin pasar antes por un control de seguridad, el antes y el después del 11S está patente en muchas cosas.
Seguimos dirección oeste pasando por el edificio Chrysler, la Estación Central y llegando hasta la Biblioteca Pública.
Merece la pena entrar en la estación, contemplar la gran sala central y pasear un rato por sus enormes pasillos llenos de puestos de comida.
La biblioteca es de acceso público y gratuito, algunas de sus salas tienen preciosos grabados en el techo y relieves y también puedes admirar en vitrinas algunos manuscritos de escritores famosos, como Walt Whitman.
Continuamos viendo la zona del Rockefeller Center. La famosa pista de patinaje está llena de puestos de comida y desde arriba solo se contempla un mar de sombrillas blancas. Y frente a nosotros la dorada estatua de Prometeo, un titán de la mitología griega que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres y que pudieran calentarse. ¡Qué majo, se merecía una escultura!
Y muy cerca de allí
St. Patrick's Cathedral (la catedral de San Patricio) y justo frente a ella la escultura de Atlas, otro titán griego, condenado por Zeus a cargar con el mundo sobre sus hombros.
En nuestro paseo por la ciudad, cerca del MOMA (el museo de arte moderno) nos encontramos con esta curiosa escultura de la palabra amor en grandes letras rojas.
Tras tanta ciudad, un merecido y largo paseo por Central Park. Este gigantesco parque en medio de la gran ciudad y rodeado de rascacielos sorprende por su tranquilidad y por sus enormes formaciones rocosas que hacen pensar a ratos que uno está en medio del campo. Una oportunidad fantástica para que mi hijo diera rienda suelta a su incansable afán de trepar todo lo que se le pone por delante. Si viajáis con niños calculad unas cuantas horas para disfrutar de este lugar (y si no también)
Volvemos a adentrarnos en la ciudad y en la confluencia de la séptima avenida con la 53 nos topamos con otra hermosa palabra, esperanza.
Con los pies ya en las últimas vamos directos hacia
El Intrepid, un portaaviones de la armada americana anclado en un muelle del río Hudson y que hoy en día sirve de museo del aire y el espacio. Como en este viaje ya hemos tenido unos cuantos museos del mismo tema, nos conformamos con contemplarlo desde fuera. En nuestro anterior viaje a Nueva York sí que lo visitamos e incluso pudimos recorrer por dentro un submarino que está sumergido en el río junto al Intrepid.
En el próximo post nuestro viaje llega a su fin con la visita a las cataratas del Niágara y a la ciudad de Toronto en Canadá.