La Casita de los Patos en Talavera de la Reina. Foto: Ikram Barcala
El libro viajero encara la recta final de su recorrido por España. Ya ha llegado a la capital, donde lo esparaba con las pinzas abiertas una buena amiga, Ikram Barcala, la cangreja más genial de la blogosfera, a la que muchos conocéis gracias a su estupendo blog ‘La inmortalidad del cangrejo’. Pau y compañía han pasado unos días estupendos junto a la familia crustácea que, como todos los anteriores anfitriones, los han tratado mejor que si hubieran estado alojados en el más lujoso de los hoteles. Aunque ya sabéis que Pau, Diego, Sandra y los demás no son muy amigos del lujo. Os dejo con la crónica de Ikram…
La cangreja, feliz de recibir a Pau y compañía. Foto: Ikram BarcalaEl libro viajero recogió a un compañero, ‘Pequeña muerte’, el poemario de Enrique Urbano, durante su estancia en Mallorca. Foto: Ikram BarcalaHacía meses que esperaba a Pau y por fin estaba entre mis manos. Para mi sorpresa no venía sólo. Evidentemente le acompañaban todos sus compañeros de reparto: Sandra, Diego, Falafel (a mí es que me gustó este nombre). Pero además, traía la experiencia y las vivencias y recuerdos que su viaje le van aportando.
Mi rutina está llena de “tengos que” con poco tiempo para el ocio y, a pesar de que la reserva de Pau abarcaba un par de fines de semana, no me dio tiempo a enseñarle ni la mitad de lo que me hubiese gustado.
Los primeros días paseó conmigo entre autobuses y metros absorto por las prisas, lo que le convenció aún más de que ese viaje (el físico) que emprendió para huir de su día a día, era la mejor decisión que había tomado en su vida.
Pau, encantado de charlar un rato con dos nuevos amigos. Foto: Ikram Barcala¿Qué aventura le estará contando el ingenioso hidalgo? Foto: Ikram BarcalaPara el fin de semana le reservé una escapada que creo que fue muy especial. Pau es un personaje literario y como tal, se me ocurrió que igual le apetecía conocer al más grande de todos los personajes de nuestra historia: Don Quijote, así que emprendimos rumbo a Alcalá de Henares a visitar, ni más ni menos, que la Casa Natal de Cervantes. Ya en la puerta, nos recibió el ilustre hidalgo para darnos la bienvenida a esos muros mágicos en los que se recreaba lo que debió ser la vida de Cervantes durante algunos años.
En Alcalá además disfrutó del buen ambiente que la ciudad complutense tiene todos y cada uno de los días del año. Calles bulliciosas con ambiente distendido y afable. Una localidad llena de magia que conserva detalles y curiosidades en cada rincón y que te permiten ir descubriendo lo que esas calles fueron en otros tiempos.
Por suerte, como la estancia de Pau en mi casa coincidió con el Día Internacional del Libro, pudimos visitar la modesta pero entrañable Feria del Libro de Alcalá de Henares y conocer a otros autores deseosos de presentarnos al fruto de su imaginación. Este detalle hizo que toda la familia tuviésemos muy presente, en todo momento, a Benjamín, el padre literario de la criatura, que en esos momentos se enfrentaba a su primer Día del Libro como autor.
Pateamos, tapeamos y disfrutamos de Alcalá durante todo el día, volviendo al anochecer ya exhaustos a El Escorial.
El resto de la semana Pau volvió a acompañarme en cada uno de mis trayectos del día a día, con la esperanza de encontrar un huequillo, entre carrera y carrera, para enseñarle lo bonito de Madrid, que lo hay, y mucho. Pero no hubo suerte. Las prisas de la rutina nos devoraron sin tiempo para mucho más.
Paseando por Talavera de la Reina. Foto: Ikram BarcalaLos bonitos mosaicos de cerámica de Talavera. Foto: Ikram BarcalaAdmirando más mosaicos en Talavera. Foto: Ikram BarcalaLa siguiente parada turística fue en Talavera de la Reina, ciudad de residencia de Fernando de Rojas, en la que pudo disfrutar de sus calles, plazas y parques, todos ellos firmados con el sello inconfundible de su cerámica. En Talavera me atrevo a decir que disfrutó de la calidez de sus gentes y la originalidad de los murales, a juzgar por su empeño en posar en todos y cada uno de los rincones que veía. En el Paseo del Prado, eje central de la ciudad, pudo comprobar que los azulejos blancos con pinturas en azulón y alvero, sirven igual para explicar la existencia de ese laurel gigante en honor de los caídos en la Batalla de Talavera frente a la invasión francesa, como para recrear las costumbres ancestrales de la ciudad ligadas a la ganadería y la agricultura; recrear la fauna de la Península Ibérica al completo o simplemente, decorar la Casita de los Patos, un edificio en miniatura que poco tiene que envidiar a los de cualquier parque de Disney y cuyo humilde cometido es dar cobijo a palomas y patos y, eso sí, servir de photocall a toda la chiquillería que pase por Talavera.
Precioso jardín en Talavera para descansar un rato. Foto: Ikram Barcala
De vuelta a casa se acercaba el momento de la partida. Llevaba meses soñando con llevarle a La Silla de Felipe II, un enclave natural, en plena Sierra de Guadarrama desde el que se tiene una perspectiva privilegiada del Monasterio de El Escorial y de gran parte del Parque Regional del Guadarrama (cuenta la leyenda, que en esas rocas con formas de sillón, se sentaba el monarca para vigilar el avance de las obras y medir si su grandiosidad era la esperada). También quería enseñarle el entorno del Valle de los Caídos, que si bien es un monumento cuanto menos controvertido, sobre los pinares que lo rodean me atrevo a decir que hay unanimidad: son una auténtica maravilla.
La Calzada Romana de Cercedilla, el Monasterio de El Paular o mi modesta ruta en bici por el entorno de Valmayor eran también parte de nuestro plan de viaje, pero no hubo tiempo para más, así que tiene otra cita pendiente en la que nos podamos hacer un selfie desde lo alto del Puerto de Navacerrada.
Llegada la hora de su partida, la idea de empaquetarle a él y a sus amigos, y dejarle con un desconocido (pobre cartero) hasta su siguiente destino, me pareció demasiado fría, por lo que decidí hacer una entrega en mano al siguiente destinatario.
El lugar de la cita: el Bibliobús del Intercambiador de Moncloa. Esa réplica de biblioteca en la que puede ser que algún día estén alojados Pau y sus amigos entre lector y lector.
Nuevas experiencias que llevarse a esa mochila que está ya a reventar. Sólo un comentario que añadir a la estupenda crónica de Ikram: yo sería bastante menos diplomático respecto al Valle de los Caídos. En mi opinión no se trata de un monumento controvertido, sino directamente un insulto a la humanidad. Es inadmisible que una democracia “moderna” continúe haciendo ostentación de un régimen genocida. Si no dinamitarlo cuanto menos deberían transformarlo en un museo de los horrores del franquismo, como hicieron por ejemplo en Alemania con los campos de concentración. Allí se avergüenzan del nazismo; aquí aún hay muchos que añoran a Franco.
Disculpa, Ikram, que cierre de esta manera un post tan delicioso, pero apuesto a que ya lo temías… En fin, que El viaje de Pau continúa en Madrid junto a un nuevo anfitrión que pronto nos relatará nuevas aventuras.