Dibujo de Aleix Vergés (Dj Sideral) expatriadaxcojones.blogspot.com
Me estoy enamorando. No lo puedo evitar. Siempre me pasa igual. Durante unos días no puedo pensar en otra cosa que no sea él.
Esta vez es un perdedor. La semana pasada era un loco y la anterior, un muerto.
Rob. Así se llama. Tiene treinta y seis años. Vive en Londres. Y es el dueño de una tienda de discos en la que prácticamente nadie compra. Sus compañeros de trabajo, dos frikis antisociales.
A Rob lo acaba de dejar su novia. Todas le abandonan. Desde que empezó en esto del amor con catorce años y, hasta el día de hoy, siempre son ellas las que lo dejan tirado. Y él se flagela escuchando música triste, bebiendo whisky y mirando series de televisión en el sofá de su casa.
Rob es un amante de la buena música y de las listas. Se pasa el día haciéndolas. La lista de las cinco mejores películas que ha visto. La lista de los cinco mejores libros que ha leído. La lista de los cinco fracasos amorosos más terribles que ha tenido. La lista de las cinco meteduras de pata más memorables que ha hecho. Y así hasta el infinito.
El de la semana pasada se llamaba Karl Ove. Es noruego. Y vive atormentado. Una amiga que vio su foto me dijo que parecía un loco. Y ahora que lo pienso, eso lo hace todavía más sexy.
Karl es escritor. Pero también hijo, marido, padre. Y te lo cuenta. Su pasado, que lo atormenta. Su presente, que le hace sufrir. Y su futuro, que lo angustia. Karl no te cuenta nada y sin embargo te lo está contando todo. ¿Y cómo no va a ser eso motivo suficiente para enamorarse?
Y el tercero… como describirlo. Lo pongo en último lugar y eso no significa que sea menos importante, quizás todo lo contrario. En realidad él fue el primero.
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Lo primero que me atrajo de él fueron sus dibujos.. No sabría explicar el porqué pero me fascinaron al momento. Son simples. Pero muy vivos. Diferentes. Originales. Leí hace poco en no sé dónde que más vale morir siendo original que triunfar copiando. Y él era original. Muy original. Por eso algunos le llamaban: El marciano. Era único. Como de otro planeta. Y murió siéndolo.Se llamaba Aleix. Se hizo famoso como DJ Sideral. Se suicidó. O murió de una sobredosis. O simplemente su cuerpo se rindió. Dijo: Basta. No se sabe. Creo que ahora rondaría los cuarenta. Se quedó para siempre en los treinta y dos.
No puedo evitar andar por la calle dando saltitos y sonriendo a todo el mundo. Estoy enamorada. Y como no tengo a nadie más cercano, que me conozca y me comprenda tanto como el Kalvo, pues se lo cuento a él. Si ya, ya sé que no es oportuno pero a falta de pan buenas son tortas… Y es en este momento que se coge la revancha y se destornilla en mi puta cara.
—Estás fatal…—me dice.
Y empieza a imitar a mi “novio” de turno. Si es Karl hace ver que escribe poseído por el demonio. Si es Rob pone cara de perro apaleado y si es Sideral mueve las caderas y levanta las manos como si fuera un Dj animando la pista. Y la única que está en esa pista de baile imaginaria soy yo. Con cara de gilipollas. Me lo merezco por enamorarme de un libro. Tres, en este caso.
Somos dos colgados. Muy distintos en casi todas las cosas. Pero en esto exactamente iguales. Supongo que precisamente por eso nos llevamos tan bien. No cambiaria al Kalvo por nada del mundo. Y eso que ni está loco, ni está muerto ni es un perdedor. Todo lo contrario.