Revista Cine

Un plan sencillo o el peligro de la tentación

Publicado el 21 abril 2010 por 39escalones

Un plan sencillo o el peligro de la tentación

Quien escribe confiesa que removió la filmografía de Sam Raimi en busca de cualquiera de sus bodrios de terror o petardos de Spiderman con que nutrir la tienda de los horrores, sección en la que masacramos las indignidades que hoy en día se ruedan, pero que, al recordar Un plan sencillo, cinta de 1998 protagonizada por Bill Paxton, Billy Bob Thronton y Bridget Fonda, con diferencia lo mejor de Raimi tras la cámara, descartó por el momento hacer mofa de sus acostumbrados subproductos y recoger lo mejor de su dedicación a esto del celuloide. Aunque que conste en acta que sólo se trata de un aplazamiento y que volveremos sobre él.

Un plan sencillo es una película pequeña de estética televisiva. No destaca por el uso de la cámara, ni por el empleo de efectos visuales o por una fotografía reseñable. Al contrario, lo mismo que sucede con los dramas rodados para televisión que algunos canales españoles insisten en endilgarnos en las sobremesas de los fines de semana, está extraña y casi totalmente desprovista de ese lenguaje audiovisual que entendemos propio del cine. Dicho en plata, Raimi no parece hacer otra cosa que colocar la cámara de manera convencional en un lugar todavía más convencional y dejar que los actores pasen delante de ella, molestándose únicamente en mantener con piloto automático las formas que le permiten narrar una historia en clave de suspense, esto es, con muchos planos de detalle que acompañan las pistas esparcidas aquí y allá, los datos ocultos a los personajes y alguna sorpresa de guión. Eso en apariencia porque, con buen criterio, lo que hace Raimi es diluir su labor de dirección en el interés creciente que va adquiriendo la trama con el paso de los minutos, es decir, pasar desapercibido, no molestar, lo cual viniendo de donde viene y yendo a donde iba, el cine de efectismos y de obscena cacharrería que tanto le gusta, es todo un detalle por su parte.

El guión es el principal acierto de la película. Obra de Scott B. Smith y basado en su propia novela, es una historia que recoge buena parte de las motivaciones, situaciones y dilemas que surcan la historia del cine negro, convenientemente actualizadas pero conservando su esencia. Nos encontramos en un pueblo del norte de Estados Unidos, en pleno invierno, un lugar rodeado de bosques y montañas donde abunda la caza y que cuando llegan los fríos se ve sepultado por intensas nevadas hasta el deshielo de la primavera. Hank (Paxton) disfruta de una vida plácida y tranquila: tiene un buen trabajo, vive en un hogar confortable, está felizmente casado (Bridget Fonda) y espera su primer hijo. La vida le sonríe y no le genera complicaciones. Hasta la mañana de caza en que, junto a su hermano (Thornton), un poco lelo, y un amigo de éste, encuentran una avioneta bajo la nieve y, dentro de ella, junto a los restos del piloto, una bolsa de deporte con cuatro millones y medio de dólares. Ahí, tras la esquina de la alegría, empieza el drama.

Porque Hank, hombre recto de reputación intachable y muy considerado en el pueblo, pretende devolverlo, pero su hermano y su amigo no tardan en sentir el aguijón de la avaricia y formular la hipótesis de esconderlo y repartirlo, achacando su aparición a algún negocio sucio ligado al narcotráfico y a la más que improbable reclamación de unos dueños ilegítimos. Sin poder creerse tanta suerte, optan por guardarlo y esperar a que el deshielo haga visible la avioneta para ver qué pasa, y si todo está tranquilo, disfrutar de su hallazgo. Pero, obviamente, donde hay dinero hay ambición, tentaciones, rencillas y desconfianzas, desde quién será el custodio del dinero hasta dónde se guardará, pasando por el tiempo de espera o el necesario pacto de silencio y la sempiterna tentación de violarlo con quienes más próximo se vive.

Raimi maneja adecuadamente el suspense para contarnos la historia de estos tres personajes y sus respectivos entornos durante el periodo de espera hasta echar el guante al dinero definitivamente, recogiendo su evolución a medida que empiezan a asaltarles las dudas, las vacilaciones y las inseguridades, y según va creciendo el número de personas enteradas del hallazgo (las esposas de Hank y del amigo de su hermano) y también de complicaciones en forma de una muerte involuntaria que lo embrollará todo y que levantará el interés de la policía allí donde no había más que ignorancia. Cuando la mujer de Hank empieza a dar ideas sobre cómo sobrellevar la situación entre los tres socios hasta el punto de que envenena la relación entre los hermanos o entre ambos y el amigo y averigua que el dinero procede del pago de un secuestro y no del narcotráfico, el drama comienza a girar lentamente hacia la tragedia bañada en sangre, y la aparición del FBI no hará sino acelerar el proceso.

Crónica del grado de estupidez, inconsciencia y crueldad hacia el que pueden llevarnos la avaricia o la ambición, Raimi no molesta, cosa que se agradece, como decíamos más arriba, pero peca de falta de ambición y desperdicia su oportunidad de apuntarse su primera, y seguramente única, obra maestra. Con un punto de partida más que interesante y un desarrollo potencialmente electrizante e intenso, las opciones visuales escogidas (por ejemplo, las secuencias de transición, casi un publirreportaje de las zonas nevadas de USA) y lo lineal y excesivamente simple de la narración de los distintos episodios sin una elaboración más profunda de personajes, situaciones y caracteres, hacen que, a pesar de tanto ingenio y de la absoluta credibilidad sostenida por unas interpretaciones eficaces, la película no pase de ser un excelente y disfrutable producto de intriga, en algunos momentos incluso previsible por más que guarde un puñado de sorpresas, pero que no llegue a resultar redonda, magistral, soberbia, sobre todo porque no termina de desarrollar buena parte de la fenomenal historia que contiene. Raimi intentó ser sencillo allí donde no debía, del mismo modo que se complica la vida en trabajos que no debería. Quizá en otras manos hubiera sido una película capital de los noventa. Pero Fargo ya había sido filmada, y Raimi se “contenta” con emular y renuncia a crear.


Un plan sencillo o el peligro de la tentación

Volver a la Portada de Logo Paperblog