A medida que avanza la carrera hacia los Oscar suenan campanas por todas partes con el nombre de Jacques Audiard y su Profhète como serio candidato a arrasar en todo festival que se le presente. Ya lo ha hecho en el Bafta , en Cannes o con los nueve Cesar que le avalan. No es para menos: película más que notable que, recogiendo el testigo de cine hollywoodense clásico (El Padrino) y moderno (Tarantino), ofrece cuanto cuenta, sin embargo, desde un punto de vista que se aleja suficientemente del cliché tradicional (nada fácil en los tiempos que corren) y es capaz de generar un cine -en este caso a caballo entre el drama carcelario y el más puro género negro- desmarcado de las grandes figuras a lo Niro, en el que los personajes acaban convirtiéndose en puro cliché de sí mismos, a la vez que se aleja del pseudo-documetal a lo Gomorra en lo que respecta a su apuesta estética y narrativa.
Un Profeta es una película conmovedora, muy pegada a la realidad y que captura el ambiente de las prisiones y su multiculturalidad actual en todas sus dimensiones. Alejada de cualquier atisbo de romanticismo, cuenta la historia de un joven colocado en el lado equivocado de la sociedad. Una representación de la violencia de un casi niño atrapado en el inframundo francés que aterriza entre las paredes de una prisión de tantas, hay que suponer que a fin de ser rehabilitado. Malik El Djebena (gran parte del mérito lo sustenta el fenomenal trabajo interpretativo del desconocido Tahar Rahim), diecinueve años, es un joven franco-árabe que es encarcelado siendo menor por agredir a un policía y, como ratón atrapado en la ratonera, se esfuerza por evitar cuanto le rodea y simplemente sobrevivir al día a día que la fortuna ha tenido a bien otorgarle. Por poco tiempo, porque una vez arrastrado al mortal juego de mata o te mataremos por quien tiene algo más que el control de cuanto sucede entre las paredes de la cárcel (una especie de padrino de la mafia corsa), da comienzo para Malik la tarea de sobrevivir como criminal entre criminales endurecidos por el propio sistema carcelario.
La película explora con éxito cómo el pasado pesa sobre nosotros y define qué lugar ocupamos, y cómo con demasiada frecuencia ese lugar donde estamos colocados ejerce de forma determinante una gran influencia sobre en el camino que toman nuestras vidas. La libertad, nuestra libertad, casi nunca termina donde empieza la del vecino, más bien se trata de un bien prestado en la que el azar interviene de modo más que fehaciente ante lo que nos es vendido por la presunta democracia envuelto en igualmente presunta capacidad de elección individual. Malik nunca eligió no conocer a sus padres o llegar a la adolescencia sin apenas saber escribir, sin embargo sufre las consecuencias de esa falta de atención y acceso a la cultura. La cárcel tiene como misión rehabilitar, pero eso es imposible cuando los presos son siempre tratados, en cualquier caso, como lo que han hecho y nunca como lo que son. El capitalismo juzga desde las perspectiva de lo que se espera de los individuos, y ¿qué se puede esperar de la mayoría de las personas que están en una prisión por haber cometido un delito? Sea cual sea, una vez dentro poco importa. Vemos a Malik abrazando y tratando de consolar al hijo pequeño de su amigo moribundo, en una escena particularmente íntima y conmovedora. La capacidad para el bien y el mal se yuxtaponen en Malik como en cualquiera de nosotros, pero una vez más el lado dominante no lo decide él sino las circunstancias, el escenario social donde se mueve.A medio camino entre el cine social y el cinéma vérité, definitivamente Un Prohète no es una película de Hollywood, a pesar de que la acción y el drama son los pilares en el los que se asienta la historia. Nada que ver con un documental, pero a la vez un retrato sociológico del día a día de una prisión francesa hoy, trasladable a muchos otros países, tanto en términos de cómo afecta a la vida de los presos como a las estructuras que la dotan de comunidad con poder e influencia en el exterior. Las tomas aéreas del patio de la cárcel resultan significativas por su mezcla de momentos de tensión y silencios, de juego y tiempo muerto en el que se forman constantemente grupos y alianzas que se hacen y se deshacen. Malik se erige entonces como una especie de profeta penal, cuyo milagro consiste en sobrevivir al microcosmos gracias a su inteligencia y habilidad para mantenerse vivo. Además de recibir educación, aprende a manipular los tercios en los que se mueve: la mafia corsa que dirige el destino de algo más que los prisioneros y los musulmanes a los que está vinculado por derecho de nacimiento. El escenario, la cárcel no es sino el medio que Audiard utiliza para sugerir la realidad de todos aquellos que no pueden escapar de un tipo particular de sociedad. Cada cual que aguante su vela.
Cine francés