Una habitación con vistas estaba pensada como lectura de San Valentín. De hecho, tiene todos los ingredientes para hacerla una recomendación estupenda para el "día del amor": siglo XX, romance, Italia, convenciones sociales que impiden a dos jóvenes amarse libremente, crítica social implícita, etc. Entonces, ¿qué hago publicando esta entrada 3 días antes de lo previsto?
Pues porque en esta ocasión no me mostraré tan entusiasta como esperaba, ya que la novela no me ha enganchado lo suficiente, por dos razones principales: 1) la traducción de la edición que leí no era especialmente buena y 2) no estoy en una "época de narrativa", ya que últimamente me interesan más otro tipo de lecturas, como el ensayo (ÉSTA última tiene bastante peso, todo hay que decirlo).
Y, como parece que en San Valentín es casi una norma mostrarnos más pastelosos de lo habitual y cantar a los cuatro vientos que el amor es lo más bonito del mundo, no es plan de venir a aguar la fiesta más romántica del año-y un tanto capitalista- a nadie.
No obstante, hacia los últimos capítulos de Una habitación con vistas Foster consiguió menear un tanto mi adormitado corazón gracias a la pasión entre los dos protagonistas, Lucy y George. Porque, no nos vamos a engañar, resistirse a esos romances mágicos de antaño que poco o nada se parecen a los del siglo XXI es prácticamente imposible.
Además, destaco muy positivamente el personaje de la protagonista, su evolución y su deseo de llegar a algo más en la vida. Me encantó la ambición de Lucy y su honestidad y contundencia a la hora de expresar sus deseos o sentimientos, en especial con su dominante madre (sus discusiones eran dignas de enmarcar, sobre todo por reflejar tan bien la diferencia de mentalidad entre una generación y otra).
¿Quiero decir con todo esto que Una habitación con vistas sea un libro aburrido, sobrevalorado, mal escrito? Para nada, no pertenece a ese grupo de lecturas de las que echo pestes, sino simplemente a ese grupo que, por diversas circunstancias, no cumplieron mis expectativas.
Así que se podría decir que esta novela es, para mí, como uno de esos amantes que no llegan en el momento oportuno. Me faltó esa llama de intensidad como para decir que la obra de Foster pueda ser uno de mis imprescindibles de San Valentín. Pero Cupido es caprichoso, y nunca se sabe si contigo, lector(a), pueda utilizar otra flecha más efectiva...