¿Un seductor como amigo?
Hace 35 años que nos conocimos, que se dice muy pronto. Era una mezcla de encanto, ingenuidad, atrevimiento, era joven; por entonces él tendría unos 20 años… Siempre ha tenido 10 años menos que yo. Aunque yo veía algunos comportamientos respecto a los demás que no estaban claros, no profundicé en ellos porque pensaba: “Bueno, al menos a mí eso no me lo hace”; no iba yo a juzgarle. Era valiente, y yo decía de él que tenía buen juicio y que había que tener en cuenta su punto de vista, siempre acertado en sus análisis (sigue siendo valiente y teniendo buen juicio). Su animosidad y sonrisa fácil rompía barreras. Yo veía que era un seductor con su sonrisa, pero siempre pensé que esa “facultad” la ejercía sobre los demás, no conmigo. En más de una ocasión ví que con su “arma” se aprovechaba de otros, pero siempre pensé que con su amigo, esa arma no la utilizaría nunca. Ese fue mi error, porque con el tiempo me he dado cuenta de que la utilizaba conmigo tal como lo hacía con los demás. Es su forma de ser. Una sonrisa preciosa hacía que nos olvidáramos de cualquier afrenta, bien fuera su continua e inevitable impuntualidad, como cualquier otro flagrante error con el que lo pilláramos. Su sonrisa lo borraba todo, su aparente candidez hacía que le perdonáramos enseguida.
Abrazo de amigos
Pero más bien tarde que temprano llegó el momento de los hechos: 35 años después, tuvimos que hacer frente a la realidad. Si dijera que el problema fue sólo económico, estaría mintiendo; era un problema de “supervivencia” que me acabó abriendo los ojos y me lo hizo ver como un problema dual de “hechos-seducción”. Él mismo, cuando se hizo cargo de la situación me dijo: “No te preocupes que por mí no te vas a morir de hambre”. Tenía que ir devolviéndome poco a poco una determinada cantidad de dinero cada mes, en esos momentos, cuando yo lo necesitaba. Él también lo necesitaba, también estaba en un mal momento. Empezó bien pero duró poco. Le intenté recordar en un par de ocasiones su compromiso y me respondió en actitud muy negativa que él sabía la situación, que no se lo volviera a recordar, y que cuando pudiera me daría algo “a cuenta”. Quedé muy cortado, desilusionado, vencido ante eso. No tuve más remedio que buscar nuevos cauces por otros sitios y olvidarme del asunto. Tampoco podía seguir asistiendo a las mismas actividades que teníamos en común y que todo fuera como si nada estuviera pasando, que con una sonrisita se estuviera arreglando todo. Sé que su situación durante ese tiempo tuvo momentos altos en los que aunque hubiera sido poco lo que me diera, podría haber contactado conmigo y mostrarme su buena voluntad. Nada. Transcurrieron los meses sin una noticia directa suya.
No estoy tratando de justificar mi postura ni de explicar la suya. Aquí no hay ni buenos ni malos. Yo no tenía que haberme dejado seducir por su buena amistad dándole crédito hasta donde llegué en nuestras relaciones empresariales, ni él debía haberse centrado tanto en sus problemas que hicieran que el diálogo entre amigos se volviera inexistente. El “ya te avisaré” duró meses y meses. Un amigo común me llamó e intentó ver qué pasaba y qué podía hacer. Le comuniqué mi decepción. No parecía que entendiera demasiado bien lo que estaba pasando y tuve que enviarle un correo explicándoselo mejor.
Sonrisa seductora
No sé si la conclusión es: “En asuntos económicos no te fíes ni de los mejores amigos”, o quizás esta segunda: “Cuidado con la seducción. Engaña, manipula”. También podríamos tener la otra “Todo el mundo no es igual, al final cada cual queda por lo que es”. Puede que el asunto lleve algo de las tres, pero confieso que la segunda, la de la seducción, me ha sorprendido. En muy pocas ocasiones he sido consciente de intentos de seducción más o menos burda o sutil por interesados extraños, pero esto lo considero normal, soy consciente de que hay gente por ahí que se busca la vida engañando a los demás. Creo que mi forma de entender las relaciones con los seres queridos que tengo a mi alrededor, con el juego limpio y transparente que me impongo en mis relaciones, creo digo, que ha sido la base de que en general se me devolviera el mismo trato. Si nuestras relaciones no están basadas en la confianza, ya poco nos queda: ¿La soledad quizás?Pero hasta aquí. Por sugerencia del amigo común comunicó conmigo y concertamos una comida mano a mano, como en los viejos tiempos. Sinceramente no esperaba mucho. No era cuestión de dinero, yo ya lo tenía solucionado. Tampoco era cuestión de sacar el asunto de la deuda por el medio, él sabe lo que hay; cuando quiera y pueda ya hablaríamos de eso. Me hubiera gustado una explicación de porqué no me había llamado ni dicho nada en medio año (cuando más lo necesitaba), cuando nos habíamos estado viendo todas las semanas durante más de 30 años; ni una palabra. Me preguntaba a mí mismo porqué me había tratado como a los demás. Sinceramente no sé que respuestas buscaba, pero podría ser una oportunidad y que llegáramos a la conclusión de: “Bueno, no ha pasado nada”. Comimos, nos lo pasamos bien, como siempre; hablamos de todo, en profundidad, de cosas muy interesantes. Justificó su actitud en que se lo estaba pasando muy mal, como yo. Pero… en seis meses ni un momento para decirme: “Toma 20 euros, no te rías, es para que veas que no me he olvidado de ti”. Puede que estuviera hundido en una depresión y que no le naciera, pero cuando dos amigos han sido amigos… No salí convencido de la comida: Más de lo mismo. Todo no se arregla con una sonrisa seductora. Tiene que haber un grado de implicación evidente en una relación. Tienen que haber hechos y no palabras. No se puede ir por la vida engañando a medio mundo para mantener una situación insostenible, te estás engañando a ti mismo. Siempre habrá personas a las que seducir, a las que engañar, pero uno debería ser consciente que no se puede ir por ahí dejando un reguero de personas desencantadas.
Soledad
Como conclusión diré que él es como es, que yo soy como soy, y que es muy difícil cambiar la esencia de las personas. Que esta no se puede cambiar, y menos intentar cambiarla en los demás. En el fondo somos como somos, y sólo hay dos opciones: O cogerlo o dejarlo. De aquí surge aquello de: ¿amigos o conocidos? ¡Qué difícil es “deshacerse” de un buen amigo!
Lección aprendida: JL, no te dejes seducir por una sonrisa aparentemente franca. Mira los hechos, aunque sea en ausencia de sonrisa.
Caña a la amistad mal entendida.
Juan-Lorenzo [email protected]