Un trabajo con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha confirmado la causa de la excepcional acumulación de restos fósiles de mamíferos carnívoros en uno de los nueve yacimientos de Cerro de los Batallones, situado en Torrejón de Velasco, a pocos kilómetros de Madrid. Según los resultados del estudio, reflejados en el último número de la revista PLOS ONE, un sistema de cuevas convirtió esta zona en una trampa natural hace nueve millones de años.
Los científicos han reconstruido la formación del yacimiento y de los restos fósiles de Batallones-1, excavado entre 1991 y 1993 y entre 2001 y 2008, y han descartado que los animales muriesen en masa o como consecuencia de una catástrofe. Durante un largo periodo de tiempo, los carnívoros habrían entrado en estas cavidades buscando comida o bebida, pero una vez dentro habrían muerto al ser incapaces de salir.
“Estos restos tienen la peculiaridad de haber sido depositados en cavidades formadas por la infiltración de agua en un terreno arcilloso. El ambiente cerrado y protector de las cavidades habría sido determinante para preservar los restos fósiles en excelente estado de conservación hasta nuestros días. La escasez de restos de herbívoros sería una evidencia de que la entrada a la cavidad era bien visible y de que sólo los carnívoros se atrevían a entrar”, señala la coordinadora del estudio Soledad Domingo, investigadora de la Universidad de Michigan (Estados Unidos).
En el nivel inferior de Batallones-1, los paleontólogos han localizado más de 80 individuos de unas 10 especies de carnívoros: dos tigres dientes de sable (Promegantereon ogygia y Machairodus aphanistus), un anficiónido o perro-oso (Magericyon anceps), una hiena (Protictitherium crassum), un ailúrido pariente del panda rojo (Simocyon batalleri), dos felinos (Styriofelis vallesiensis y otra especie aún no determinada), un mustélido y dos mefítidos.
Aparte de los datos sobre el número total de individuos, los científicos han tenido en cuenta para su estudio otras pistas, como los datos geológicos del yacimiento, la edad de los animales, la distribución espacial de los fósiles, sus características geoquímicas, así como las marcas en los huesos. A partir de esta información, los investigadores han sido capaces de proponer un escenario de formación del yacimiento que tiene en cuenta las características de la acumulación de fósiles.
Una joya del Mioceno Superior
El sistema de yacimientos del Cerro de los Batallones, descubierto en 1991, está considerado una joya mundial del registro fósil de mamíferos del Mioceno Superior (que abarca el periodo comprendido desde hace 11,5 hasta hace 5,3 millones de años). Declarado Bien de Interés Cultural en 2001, los nueve yacimientos que alberga están ayudando a los paleontólogos a reconstruir la diversidad de la fauna que poblaba la cuenca de Madrid hace nueve millones de años.
“Las excavaciones nos están aportando información excepcional sobre especies de mamíferos que apenas se conocían previamente en el registro fósil mundial”, indica Jorge Morales, investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y director de las excavaciones en Torrejón de Velasco.
En concreto, el nivel inferior de Batallones-1 es único por la gran cantidad de restos de carnívoros mamíferos que concentra (más del 98% de los fósiles pertenecen a grandes mamíferos) y por su buen estado de conservación. Aparte de cráneos completos, se han encontrado esqueletos enteros, que aportan a los paleontólogos información valiosa sobre el aspecto, el comportamiento y la dieta de estos animales.
“Los cráneos completos no son abundantes en el registro fósil, ya que al estar formados por hueso fino sufren normalmente un intenso grado de fracturación. El alto porcentaje de restos craneales bien preservados y la información que de ellos se puede extraer son otros rasgos que distinguen a Batallones-1 de otros yacimientos de mamíferos”, destaca Domingo.
Batallones-1 cuenta con una segunda acumulación de restos en un nivel superior, en la que predominan mamíferos herbívoros como el caballo (Hipparion sp.), el rinoceronte, el suido (Microstonyx sp.) o un pariente del elefante (Tetralophodon longirostris).
“Este nivel superior fue prácticamente destruido debido a los trabajos mineros que se realizaron en los años noventa en la zona, así que nuestro conocimiento es mucho más limitado. Futuros estudios nos confirmarán si esta acumulación se corresponde con la fase final del relleno de la cavidad, en un momento en que la cueva ya no funcionaba como una trampa para carnívoros”, señala Morales. Via