Hace poco más de una semana, tuve el placer de deleitarme con una magnífica exposición en Alcobendas, un pueblo de Madrid, España. Los restos que se presentan en ella son ni más ni menos que los que se trajo del Gobi nuestro amigo R. Chapman Andrews la primera vez que fue allí. Sí, esos famosos huevos de Oviraptor (o... ¿Citipati?), esos conocidos ejemplares de Protoceratops y esos impresionantes esqueletos de Tarbosaurus. Se trata de... "Tesoros del Gobi". Y sino me equivoco, ¡son restos originales!
Tal y como hice con la colección de dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres, realizaré un exhaustivo repaso a la mayoría de los fósiles de la exposición, la cual comienza, por supuesto, con un ejemplar montado del fantástico tiranosáurido asiático Tarbosaurus.
A primera vista, no se aprecia la diferencia con un Tyrannosaurus, pero créanme, la hay. Las enormes mandíbulas del animal, su masiva cadera y su enorme cola rígida nos hace recordar que se trataba del rey de su tiempo, aunque dos dinosaurios que veremos más adelante podrían hacerle frente. Claro que al mirar sus frágiles bracitos también se nos viene a la cabeza el clásico debate, ¿predador o carroñero?
Junto a este fascinante ejemplar, tenemos un fósil original aún más interesante desde el punto de vista paleontologíco. ¿Recuerdan ese conocido Oviraptor que al yacer sobre un nido de huevos se ganó la fama de ladrón de huevos? En efecto, ese es el segundo fósil de la exposición, algo realmente soberbio. Ni más ni menos que parte del esqueleto de un Oviraptor yace sobre un nido que más tarde sabríamos que era del propio Oviraptor, y de hecho estaba dispuesto al igual que en las aves, en círculo. Si en los años 20 hubiesen conocido algo sobre huevos, no habría sido difícil identofocar que pertenecían a un terópodo, pero como eran los primeros que se encontraban, los paleontólogos aún no tenían ni idea de identificar estos fósiles traza.
En la foto inferior se observan con detalle las impresionantes garras de un terópodo tan modesto como es el Ovirpator, cubriendo dos huevos de forma claramente elíptica, típicos de terópodos.
A la derecha de esta vitrina tenemos un ejemplar único en el mundo, un polémico individuo cuya clasificación está siendo muy debatida últimamente. Se trata del "Oviraptor" de toda la vida, pero lo más curioso es que en el cartel ponía: Oviraptor, y debajo, Nombre científico: ¡¡Citipati osmolskae!! De no haber hecho hace unas semanas una profunda investigación sobre el Oviraptor, esto me habría dejado perplejo. El tema es que debido a que se han encontrado cráneos de Oviraptor muy diferentes (con cresta, con cuerno o completamente redondos), recientemente se ha clasificado a parte de los Oviraptores en el género Citipati, que incluye al Oviraptor crestado en el que nosotros siempre hemos pensado.
Así, el resto de ejemplares se conservan en Oviraptor philoceratops, el nombre que se le dio originalmente a este fósil, que aunque en su tiempo fue el holotipo de Oviraptor, ahora ni siquiera pertenece a ese género.
Cómo último fósil de la primera sala (y de este primer post), tenemos el broche de oro, ni más ni menos que un impresionante huevo de Oviraptor abierto con los restos de su diminuto embrión dentro. Aunque un simple aficionado como yo no es capaz de distinguir las partes del Oviraptor en ese diminuto embrión, verlo es verdaderamente gratificante. El pequeño huevo está acompañado por una curiosa reproducción del embrión en vida. Es realmente un privilegio poder ver un embrión original de un dinosaurio, probablemente el único del mundo.
Y así, con esta belleza, damos por terminada esta primera entrega sobre la exposición de Alcobendas. ¿Ya tienes ganas de ir?