Vamos a por el tercer y último post que trata la exposición de Alcobendas, que aún permanecerá allí hasta enero del 2011.
Comencemos con un "pez gordo", ni más ni menos que el Velociraptor, el segundo dinosaurio más conocido y amado por el público, cuya popularidad está injustamente debida a la saga Parque Jurásico, en la que se aumenta tres veces a este pobre animalito. La preciosa pieza que podemos apreciar aquí es ni más ni menos que un cráneo completo y excepcionalmente conservado. Un fósil único en el que apreciamos sólo algunas de sus armas ofensivas, como sus dientes curvados o su gran cuenca ocular, que le permitía una aguda visión. No habría estado mal que estuviese con una reproducción de su esquelto, pero sólo su cráneo es suficiente para que este terópodo nos haga temblar con su medio metro de altura.
Al otro lado de la misma vitrina, nos encontramos con otro cráneo, también muy pequeño, que en principio puede ser confundido con el de un anquilosaurio (al menos a mi me pasó xD). Pero no, se trata de un de los pocos restos que existen de la familia Homalocephalidae, un clado muy poco conocido de paquicefalosaurios con un rasgo muy importante. Estos paquicefalosaurios son fáciles de distinguir porque al contrario que los paquicefalosáuridos, los homalocefálidos no tienen una bóveda sobre el cráneo, sino que tienen desde el hocico hasta la coronilla una frente completamente plana y uniforme, que le da una forma triangular al cráneo.
El dinosaurio en cuestión se llama Goyocephale, y es, después del Homalocephale, uno de los homalocefálidos mejor conocidos. Su excepcional cráneo nos permite especular sobre los posibles choques que tal vez diesen los pequeños paquicefalosaurios con sus cabezas.
Un poquito más adelante nos topamos con un ejemplar de Protoceratops completo, bien conservado y articulado, el sueño de todo paleontólogo. El individuo en cuestión es un adulto, y su posible muerte no solo la podemos apreciar en el fósil, sino que junto a él hay una gran pantalla que nos explica, con unas animaciones estilo "Caminando entre Dinosaurios", la posible muerte y fosilización del dinosaurio en cuestión. Este pequeño ceratopsio, del que ya hemos hablado en la segunda parte, tiene desarrollado un pico verdaderamente imponente, y posiblemente se encuentra en la misma línea evolutiva que los conocidos ceratópsidos norteamericanos (Triceratops, Pentaceratops, Centrosaurus...), ya que es muy posible que algunos Protoceratops atravesaran el estrecho de Bering cuando este aún unía Asia y América.
A continuación, dos muy muy pequeños pero valiosos tesoros. Dos minúsculas crías de ornitisquios muy curiosas. En la primera foto, el esqueleto está casi completo y muy bien conservado, y es esta diminuta cría de (¿días?) ya se puede observar con claridad la pelvis de ornitisquio y el conducto respiratorio característico de los hadrosáuridos, además de las baterías dentales. Tal vez alguna de estas crías aún no había salido del huevo cuando se fosilizó.
Ahora volvemos con la estrella de la exposición, el Tarbosaurus, dinosaurio del que podemos observar un cráneo en perfecto estado, unos dientes fosilizados de gran tamaño y lo mejor, otro esqueleto completo montado en posición de caza, lo que lo hace aún más espectacular que el primer individuo. ¿Qué decir de él? Volvemos a apreciar el clásico modelo de tiranosáurido masivo en tres fósiles distintos. Como se observa en el cráneo, los dientes son de tamaños muy variados, ya que estos crecían y se iban renovando continuamente, como en el caso de los tiburones.
Por último, para cerrar la exposición (que no el post...) una vitrina que contiene algunos restos de un ejemplar JUVENIL de Tarbosaurus, algo digno de contemplar. Aunque el cráneo no está tan bien conservado como otros fósiles de la exposición, se observa como es mucho menos pasivo que el de un adulto, con fenestras más grandes y curvas, y un parecido bastante importante con otros terópodos, los alosáuridos (a mí personalmente me recuerda al cráneo de un Yangchuanosaurus).
Aquí termina la exposición, pero si vas a seguir viendo el museo, en una pequeña parte de ciencias de la vida hay dos reproducciones que llamaron mi atención. El primero, y más original, es un ejemplar de Confuciusornis, una de las primeras y más primitivas aves que existió (del cretácico chino, para variar) muy conocida y estudiada en la paleontología. Sólo en su cráneo se encuentra un pico sin dientes (propio de aves avanzadas) mezclado con rasgos de reptiles diápsidos (muy primitivos).
La otra reproducción, y con la que me despido, es un enorme cráneo de Triceratops que hace gala de ser el cráneo más grande que existe, cuando este récord está ostentado realmente por el cráneo del Pentaceratops con 2'5m de longitud.