Revista Opinión

¿Un tiempo nuevo?

Publicado el 06 abril 2015 por Jcromero

Estar con Podemos, como votante y profilaxis, no implica asumir todas sus estrategias y mucho menos algunas de sus actuaciones. El hartazgo por el mal gobierno o la náusea ante tanto abuso y corrupción, ha generado un clima favorable a la aparición de una formación libre de esas cargas. Aceptar sin rechistar, cuanto diga y proponga, es el primer paso para repetir errores y desafectos.

Tras las elecciones andaluzas, se repite el simplismo de observar a Andalucía como una anomalía democrática.  ¿Cómo es posible que, con un paro del 34% y casos de corrupción que afectan a la Junta, vuelva a ganar el PSOE? ¿Qué se podría esperar de gente acostumbrada a no trabajar, a vivir del subsidio y a recibir una educación solo interesada en hacer de los andaluces súbditos capaces de absorber toda esa bazofia dialéctica de la izquierda? La derecha siempre ha recurrido a tópicos para no plantearse las razones que impulsan el constante rechazo del electorado andaluz. En todo caso, el respeto es un valor democrático y el desprecio un síntoma de intransigencia; que desde posiciones antagónicas se esgriman argumentos similares y se incida en los mismos estereotipos, es algo más complicado de digerir.

Hace bien Podemos, como organización, al desmarcarse de esos comentarios que, en la red, confluyen con el argumentario de la derecha de siempre, de esa derecha que se apropió de la «Teoría de Andalucía» de Ortega y ahí sigue, varada en el año 1927. Hace bien Podemos en marcar territorio. Los resultados obtenidos en Andalucía pueden ser decepcionantes, gustar menos que más, pero proyectan un escenario interesante. Dos opciones: o hacer valer a los 15 representantes conseguidos para llevar el entusiasmo participativo al Parlamento andaluz o proceder como aquel emperador incendiario que contemplaba extasiado las llamas que destruían la ciudad.

Alguien dijo que los programas sustituyeron a los ideales; no vivió para conocer que destruidos los ideales se incumplieron los programas y que el debate político ha degenerado en proliferación de eslóganes. Podemos llega con pujanza, por puro onanismo e incapacidad de los partidos tradicionales, por un hábil uso inicial de los medios y redes sociales, por un lenguaje cercano y un discurso moteado de conceptos que han calado en la sociedad —bipartidismo y castas, por ejemplo— y otros, como «Régimen del 78» o «arriba y abajo», que han generado debate. Lo del «Régimen del 78» es otro cantar; no entiendo tanto empeño en denigrar un proceso que, con sus renuncias y deficiencias, nos acercó a una democracia imperfecta, pero bastante alejada de un régimen, ahora sí, como el franquista. Al parecer, entre sacralizar y satanizar no hay tanta diferencia.

El tiempo de la ambigüedad ha concluido para Podemos. Pero, ¿no queda otra salida que entrar en el tacticismo político? Hasta el momento el partido liderado por Pablo Iglesias ha mantenido una ambigüedad calculada y, en ocasiones, contradictoria. Ignoro si ha llegado un tiempo nuevo a la política, si toda política pasa por pactos, acuerdos o abstenciones estratégicas o necesarias. Intuyo que la democracia perfecta no existe y que la democracia decente, es una necesidad. Que Podemos acuerde con los socialistas del PSOE en Madrid o en el País Valenciano, parece razonable porque urge acabar con la hegemonía del PP en estos territorios. El caso andaluz es diferente; hay que trabajar por un cambio de la hegemonía dominante.

Es lunes, escucho al malagueño José Carra:

 

Podemos Andalucía: frente a a la investidura de la presidenta de la Junta, ¿qué hacer?, PSOE-PODEMOS: Que parezca una negociación, Apuntes sobre al izquierda y las elecciones andaluzas, Elecciones en Andalucía: ¿Ensayo general?, El futuro de Izquierda Unida tras las elecciones en Andalucía, Pescar, Análisis: debate post-electoral sobre las elecciones andaluzas, Tras la Resaca Andaluza, Elecciones Andaluzas 2015: Interpretaciones.

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