Es un argumento bastante común de los fundamentalistas religiosos el hecho de mencionar dos cosas puntuales para sostener que Satanás obra en contra de Dios mediante los actos humanos: lo malo que sucede en el mundo (de origen antropogénico) y el surgimiento de nuevos descubrimientos científicos y reflexiones filosóficas que contradicen al núcleo mismo de los dogmas religiosos – debido al carácter inherentemente antinatural de estos últimos.
Ante cualquier suceso nefasto ocurrido en el planeta, inmediata y obviamente se culpa y critica al autor de tal acción; hasta aquí la indignación tiene una justificación racional. Sin embargo son muchos los que dirán cosas como:
“Esa persona está poseída”
o
“Satanás ha obrado a través de él para sus fines oscuros”.
La segunda situación a la que muchos fundamentalistas atribuyen la intervención de Satanás, es cuando se habla de algún tema científico o filosófico que va en contra de algún precepto religioso – siendo estos últimos usualmente diseñados para ser perpetuamente inmutables. Ejemplos de temas “polémicos” como estos son: el debate evolución-creacionismo, la comparación de la historia y la arqueología vs las historias bíblicas, el debate de la existencia de Dios, la homosexualidad, el origen de la vida y del universo, etc. Una vez más, muchos fundamentalistas religiosos dirán al respecto algo como:
“Satanás obra en la mente del ser humano y lo aleja de Dios, mediante ideas alocadas, paganas y rebeldes, aún sin que el propio hombre se de cuenta de que está siendo manipulado y puesto en contra de su Creador”.
Sin embargo, estas argumentaciones están llenas de situaciones ilógicas e inconsistentes entre sí. Primero habría que plantearse el hecho de que todas las religiones y religiosos dan por sentado que Dios es infinitamente bueno y todopoderoso. Aún así, estos supuestos atributos de Dios se contradicen profundamente con la suposición implícita de la existencia de Satanás.
Si Satanás existiera, sería evidencia per se de una de dos posibilidades: O Dios no es todopoderoso por verse impedido de controlarlo o eliminarlo, o Dios es malvado por permitir libremente que un ser malvado manipule y dañe a sus hijos preferidos. Y eso sin contar con que Dios es considerado como un ser omnisciente, lo que llevaría a pensar que él ya sabía de antemano (aún antes de crear el Universo) todo lo que iba a suceder, incluida la famosa rebelión de Satanás contra él y su también famosa labor anti-Dios.
Ante estas dos posibilidades, me inclino a pensar que ninguna persona que practique alguna religión monoteísta deseará adorar a un dios malvado, sino todo lo contrario, a uno bueno. Por lo tanto, la única opción que quedaría para escoger sería la de un dios con poderes limitados.
Aunque viéndolo bien, un dios con poderes limitados no es un dios; al menos no el dios del monoteísmo. Entonces, a menos que los religiosos monoteístas quieran convertirse al politeísmo al estilo hindú o griego antiguo (en los que el poder de cada dios se ve limitado por los poderes de los otros dioses), debo concluir que ellos adoran a un dios con poderes limitados; un dios imperfecto.
En resumen, adoran a un ser que, para existir, debería cumplir una serie de requisitos que no encajan entre sí. Ese dios conformado por ideas y atributos que colisionan internamente en su lógica, es el dios del monoteísmo: aquel todopoderoso no tan poderoso.