Revista Cultura y Ocio

Un viaje

Por Calvodemora

Cuento entre mis aficiones la de no permitirme perder ninguna.  Una de las más queridas es la de las palabras.  Prueba uno el sabor de la palabras y ya no desea ningún otro sabor. No hay otro que se le parezca. Estrujen un adjetivo y verán cómo sale otro igual que de la panza de John Hurt salía un alien. El lenguaje tiene estas cosas: cree uno que lo tiene dominado y de pronto un adjetivo se resiste o sale díscolo o se pone a roznar como un asno o a balar como una oveja y entonces no tenemos esa certidumbre de saber con qué andamos trabajando. Las palabras son, en este caso, piezas sensibles que no se dejan manosear por cualquiera, ingredientes de un plato delicioso o de un brebaje tóxico.
Una de esas aficiones que me gusta mantener es la de la curiosidad semántica. No hay mejor libro que un diccionario. Puestos a dejar que se nos desboque la imaginación, podemos asegurar que dentro de un diccionario, ni siquiera del mejor ni del más premiado, están todos los demás libros. Está Lolita, Lo-li-ta, la pieza maestra de Vladimir Nabokov. Están las obras completas de William Blake, que era un visionario metido en letrista de copla de la época. Está mi Borges, los laberintos, la rosa de Milton, los tigres en la noche. Dentro de los diccionarios, en su alambique de placeres, están todas esas cosas, las que sabemos, las que nos esperan.
Anoche, en lugar de continuar con la lectura del libro en el que ando emboscado (22/11/63, Stephen King) cogí uno de los diccionarios más voluminosos que hay en casa. Manejado con dificultad (amo los libros electrónicos, perdóneseme la blasfemia) me perdí en la maraña de significados, acepciones y etimologías. Hice lo que mis alumnos, en ocasiones, realizan cuando buscan una palabra nueva (hoy, uno de ellos ha descubierto el ósculo): amplían el radio de acción, visitan la periferia, recorren caminos largos, con paradas innecesarias, pero fascinantes, en paisajes imprevistos, en lugares donde nunca antes habían estado. Como si fuese un viaje. De eso, al cabo, se trata.

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