Medio escondido en una de las calles empinadas perpendicular a Bailén, tenemos este acogedor y romántico restaurante llamado Rasputin.
Una curiosa decoración y camareros con trajes tradicionales rusos te dan la bienvenida para degustar los típicos ahumados, strogonoff y por supuesto caviar.
Aunque elegí un avestruz al oporto muy crujiente por fuera y jugoso por dentro que me encantó.
Tampoco hay que olvidarse de la deliciosa crema de frambuesa o las tartas bavarois, nosotros escogimos la de avellana, muy recomendable.
Como no, para terminar un chupito de vodka, por ejemplo el de la casa, al hinojo.
La música de fondo,tan melancólica, las matriuskas de las estanterías, el ambiente de la Rusia zarista, me invitan a pensar en un viaje a San Petersburgo que si ya de por sí me atraía, después de conocer un poco de su gastronomía me atrae aún más.
De momento, ya sabemos un lugar al que volver cuando queramos hacer un viaje rápido a Rusia.