Salí de la Estación Central de Belgrado a eso de las 8.30pm. Ya estaba oscuro y empezaba a hacer frío.
Un larguísimo viaje de más de 10hs en tren a través de toda la llanura balcánica me había dejado en la capital de Serbia y antigua capital de la república yugoslava.
El viaje había sido agotador, sin paradas, en un compartimiento con todos serbios a los cuáles no entendía nada ni se preocupaban en lo más mínimo por esto, pero aún así, no pararon de hablar ni un momento.
Salí de la estación contento de volver a sentir mis pies. No tenía un mapa de la ciudad o algún amigo a quién recorrer allí.
Sólo tenía la dirección de un hostel que a las apuradas, había logrado conseguir en Internet. Y recuerdo haber visto que estaba visualmente en un radio de 10 cuadras (1 km) de la estación, así que no podía estar muy lejos.
“¡Vamos! ¡No puede ser tan difícil encontrarlo! Seguramente voy caminando al centro y allí lo encontraré tarde o temprano.”, pensé. Pero… ¿para donde será el centro?
Me acerqué al primer hombre que encontré y le pregunté en idioma serbio si hablaba inglés. Su respuesta negativa fue la misma que me dieron los siguientes dos o tres con los que intenté. Desistí pronto y decidí mejor confiar en mi intuición de viajero.
La dirección era un cierto número sobre la Calle Takovska. Caminé unas cuadras fuera de la Estación y miré en que calle estaba, sin saber muy bien que milagro estaba esperando. Esto fue lo que ví:
Carteles de calles en alfabeto cirílico. Belgrado - Serbia
¡Nada de carteles multialfabeto como en países eslavos anteriores! Aquí todo estaba escrito en alfabeto cirílico.
¡Bienvenido a Serbia!.
Este cartel tranquilamente podía decir “Calle Takovska” que jamás me hubiera enterado.
Pregunté a dos o tres personas más si conocían la calle Takovska y todos movían la cabeza de lado a lado.
Más tarde me enteraría que la gente comúnmente no sabe los nombres de las calles, sino que se guían por el viejo y útil “hace dos calles, dobla a la izquierda en el edificio alto, otras tres calles y a la derecha en el semáforo”.
Era inútil. Necesitaba otra solución. Podía buscar otro hostel, pero mi testarudez no me lo iba a permitir: ¡Tenía que encontrar el de la calle Takovska!
Encontré un mapa en una esquina aunque lamentablemente también estaba en alfabeto cirílico. ¡Una de esas debía ser Takovska!
Si tan sólo pudiera escribirla…
Recordé algunas palabras como “ulica” (“calle” en serbio) y miré a mi alrededor.
¡Necesitaba reconocer como se escribían las letras que yo necesitaba!
Carteles de calles en alfabeto cirílico. Belgrado - Serbia
Empecé a armar un pequeño diccionario. Buscaba carteles a mi alrededor que podía comprender, buscando las letras que me faltaban.
Terminé de armar algo que finalmente se parecía a Takovska.
Busqué un rato en el mapa en el radio de 1km de donde yo estaba. (Gracias al bendito “Usted está aquí” que aunque no entiendas lo que dice, sabés que una flecha roja en un mapa sólo puede significar eso!!!).
¡Finalmente ahí estaba! ¡Takovska!
Miré que camino tomar y fui directo. Sólo faltaba buscar el número (¡que por suerte son iguales en casi todos los alfabetos!) y ya podría tirarme a descansar.
¡Minutos después encontré el portal del dichoso hostel de la calle Takovska!
Entré al edificio y todo estaba oscuro. No había ningún cartel que indicase a que puerta dirigirme, sólo un pasillo oscuro, con una aterradora decoración antigua y mal conservada.
El sonido de unas risas desde un salón contiguo me hizo acercarme. Allí, un personal de seguridad miraba la televisión en medio de una habitación vacía sumida en la oscuridad.
Era mi única opción, así que pregunté: “mmm… ¿hostel?”.
Me miró sin entender que pretendía e hizo un gesto de no entender. Improvisé una frase en idioma serbio/cavernícola preguntando donde estaba el hostel. El hombre sólo hizo un gesto de que siga por el pasillo oscuro.
Luego le sacaría esta foto al pasillo para que se den una idea de lo poco esperanzador que resultaba en un momento así:
Entrada al hostel de la calle Takovska
Continué por el pasillo y subí una escalera, sin saber muy bien a donde iba. Volví a mirar la dirección que tenía anotada, que no mencionaba ningún número de piso o departamento.
Subí un piso más, considerando tirar por la borda todo lo que me costó llegar aquí y buscarme otro hostel a esa altura de la noche, donde mi reloj ya marcaba casi las 10.
En el segundo piso, sólo por ser un buen observador, me percaté que al lado de una de las puertas escribía “Hostel Shine”.
Pensé que el nombre “Shine” (brillante) me parecía uno de los más irónicos que se les había podido ocurrir para un hostel así, lo que me causó gracia.
Llamé a la puerta. Pronto un jóven abrió y me saludo con un “Ariel from Argentina? We were waiting for you!” (¡Te estábamos esperando!).
Ingresé entre risas, concluyendo así un nuevo capítulo en esta Odisea…
Belgrado: la fiel imágen de la antigua Yugoslavia
Es verdad que ya han pasado más de 30 años de la muerte del Mariscal Tito (líder de la vieja Yugoslavia), pero la impronta comunista pervive en Belgrado como si nada hubiese cambiado.
El centro de la ciudad está plagada de majestuosas edificaciones que hacen respirar esas épocas de bienestar económico que hoy se ven tan distantes para los serbios.
Aunque algunas de estas fueron objetivo de los bombardeos de la OTAN en 1999, la apariencia algo repetitiva de la urbe se mantiene intacta.
Recorrí un poco la ciudad, visitando atracciones típicas como la Skadarlija (calle peatonal de tintes bohemios), el Kalemegdan (fortaleza militar y gran parque de la ciudad) y el Templo de San Sava (la iglesia ortodoxa más grande de Europa).
Acá dejo algunas de las fotos:
Asamblea Nacional de Serbia, Belgrado
Antiguos edificios públicos yugoslavos
Fortaleza de Kalemegdan - Belgrado
Caminando por este área arriesgas tu vida - Kalemegdan
Libro sobre el "Che Guevara", versión en serbio
Templo de San Sava, Belgrado. La segunda iglesia ortodoxa más grande
Panorama nocturno de Belgrado, una de las ciudades con mejor noche de Europa
Más tarde, no pudiendo dejarme perder por las fantásticas colecciones del Museo Nacional y del Museo de Nikola Tesla (¡un crack del nivel del que hubo pocos!) por mantenimiento, me dirigí a un sitio que ansiaba de ver:
El lugar que quería visitar en Belgrado... ¿Qué es?
No queda muy claro que quería ver, ¿no?
Es verdad que no había mucho, pero me hacía ilusión estar frente al famoso Río Danubio por primera vez, tras verlo durante años como una simple línea azul en los mapas.
Claro está que ese azul, famoso por el homónimo vals de Johann Strauss, quedó muy en deuda.
¡Por primera vez, en el Río Danubio! Belgrado, Serbia
Mi reencuentro con un gran viajero en el país más jóven de Europa
Veníamos hablando hace unos días con Daniel. Él estaba en Turquía, viniendo de Egipto y Medio Oriente. Yo estaba en Bosnia-Herzegovina, viniendo de Croacia y el sur de Europa.
Unos días después, tuvimos un fugaz cruce de mensajes que fueron algo así:
- “Hey! ¿Donde estás?”
- “En Kotor, Montenegro. ¿Vos?”
- “¡Yo también! Estoy en el hostel xxxx. ¡Ven a buscarme! ¿Donde estás vos?”
Creo que ni le respondí.
En pueblos chicos no se puede hablar de casualidades: Yo estaba en el mismo hostel.
Fui al comedor y allí estaba él.
A Dan Shoup, oriundo de Chicago (USA), lo conocí en el 2011 en la ciudad patagónica argentina de Puerto Madryn.
Por mi parte, unas simples vacaciones de verano en el sur.
Por la suya, el inicio de un gran viaje mundial que lo llevó por los 6 continentes: América, Asia, África, Europa, Oceanía y la mismísima Antártida en 2 años.
Meses más tarde, en Buenos Aires, lo llevé a recorrer mi ciudad y a comer asado, y hoy, nos volvíamos a reencontrar en la República de Montenegro, que tras su separación de Serbia en 2006, se convirtió en una de los países más jóvenes del mundo y el más “niño” de Europa.
Recomiendo enormemente buscar sus fotos en Internet, perseguido por elefantes enfadados en África, por toros salvajes en la Patagonia o tigres (bebés) en Tailandia.
No se que problema tiene este muchacho con los animales. ¡Quizás son sus extrafalarios cortes de pelo!
Con Daniel, en Puerto Madryn - Argentina, 2011
Dan posa en Egipto junto a los faraones
Daniel perseguido por elefantes en África
Compartiendo unas cervezas con Dan, en Kotor, Montenegro
La República de Montenegro aún no le dió tiempo a los atareados agentes de turismo a evaluar sus capacidades y atraer el turismo mundial en gran escala, pero sin dudas tiene una costa maravillosa, comparable a que posee su vecina Croacia.
Kotor, la estrella de su portfolio, se encuentra en una bahía rodeada por fiordos.
¡Si! ¡Lo leyeron bien! ¡Fiordos, en el Mediterráneo!
Una ciudad amurallada, llena de misterios en sus callejuelas de piedra y con unas vistas majestuosas a la bahía.
Las mejores son desde la antigua fortaleza que se ubica sobre ella, a la que se accede tras una caminata de 40 minutos (depurados a 20 para poder seguir a mi amigo velocista norteamericano).
Un lugar al que juzgo con nota máxima, en el que disfruté tres geniales días y recomiendo a todo al que ande por la zona que no deje de visitarlo.
Les dejo unas imagenes:
Kotor, República de Montenegro
Kotor, República de Montenegro
Kotor, República de Montenegro
Kotor, República de Montenegro
Iglesia Ortodoxa en Kotor. Observen el estilo distinto de las cruces
Una iglesia ortodoxa por dentro. El ambiente es muy distinto a las católicas
El padre de la Iglesia Ortodoxa de Kotor
Bahía de Kotor desde lo alto
Bahía de Kotor desde lo alto
La bandera de la república más jóven de Europa, flameando en Kotor
El día que el “Diego” me regaló un almuerzo
Llegué a la ciudad montenegrina de Cetinje (“cetiña”), bien pasado el mediodía, con un hambre voraz. No había desayunado bien, y el viaje se había alargado unas horas más de lo planeado.
Pensaba pasar sólo un par de horas en la ciudad más histórica del país antes de viajar a su capital, y había algunos sitios que quería visitar, pero las ganas de comer algo podían mucho más que cualquier impulso turístico.
Entré a un barcito donde unos amigos compartían unas cervezas, que miraron sorprendidos al ver entrar a un viajero.
Uno de ellos llevaba una remera del mundialmente famoso revolucionario argentino “Che Guevara” y yo tenía la gorra de la Odisea en el mismo estilo.
El diálogo fue el mismo de siempre y nuestros máximos embajadores no tardaron en ser invocados:
- “¿Argentina? ¡Maradona! ¡Messi!”
¿Conocían a Maradona? ¡Excelente! No me quedaba mucho dinero local, así que recorrí a un viejo truco.
Saqué una de las figuritas de Maradona que llevaba en la mochila, la autografié para ellos, se las di y quedaron alucinados.
Se sacaron fotos conmigo, pusieron la figurita del “barrilete cósmico” en el cuadro del escudo nacional de Montenegro y finalmente, me regalaron el almuerzo, con un cevapi eslavo que tanto estaba necesitando.
¡Otro golazo del “Diego”!
Con los montenegrinos de Cetinje, fanas de Maradona y el Che
La figurita de Maradona en el Escudo Nacional de Montenegro
El colorado MacAllister, del otro lado de la figurita, no corrió con tanta suerte...
Mausoleo del arzobispo Orlov Krs en Cetinje, Montenegro
Mala Rijeka, el viaducto ferroviario más alto del mundo. Montenegro
Otras fotos de la Bahía de Kotor, Montenegro
Un comentario aburrido para la capital más aburrida del mundo: Podgorica
Lo aviso desde antes. El comentario sobre la capital montenegrina será tan aburrido como lo es ella misma.
Parece que los padres de la patria tenían a sus hijos preferidos, porque todo lo lindo se lo dieron a las ciudades costeras como Kotor, Budva o Bar.
Caminar por Podgorica, catalogada por quien escribe como la capital más aburrida que haya visto, es análogo a caminar por una cinta de ejercicios, cómo las que hay en los gimnasios: el paisaje no cambia nunca.
Los mismos edificios derruidos de la etapa comunista, de idéntica arquitectura y diseño, se repiten calle a calle.
No hay nada que decir. Ni un monumento interesante, ni un museo, ni un grupo de gente simpática con la que me haya cruzado, nada de nada.
Y eso que no me gusta comparar lugares: creo que cada uno tiene algo por lo que es único y vale la pena, que es su gente. Pero sinceramente, acá ni su gente me llamó la atención.
¡Lo lamento Podgorica!. Pero va a ser difícil que alguien te robe este premio.
Estación de trenes de Podgorica, Montenegro
Catedral Ortodoxa de Podgorica. ¿Lo único decente de la ciudad?
Catedral Ortodoxa de Podgorica. ¿Lo único decente de la ciudad?
La Odisea por el Mundo también dejó sus huellas en Serbia y Montenegro, llenos de anécdotas y aún más cuentos como estos.
¿Cuál será el próximo destino?
¡A seguir leyendo!
¡Saludos a todos!
Odisea por el Mundo, en lo alto de la Bahía de Kotor, Montenegro