Carteles, letreros, callejeros... Todos ellos son testigos del paso del tiempo. Muestran grietas, desconches y pintura descolorida pero también muestran un pasado en que las cosas se hacían con calma, dedicación y a mano. No había metracrilato sino madera, impresión láser sino pulso firme, no se hacían a miles por encargo sino que se hacían mano a mano y uno por uno. Sencillamente.
Quizás es nostalgia por el pasado o quizás otra cosa. Lo que tengo claro es que estos elementos, supervivientes de una modernidad ciega que lo fagocita todo sin pensar en la importancia del ayer, deberían pervivir con la ley en la mano y sin miedo a desaparecer en nuestras calles de la misma manera que lo hacen esculturas y monumentos. Ejemplos y enseñanzas que no cuesta nada respetar, mantener y que siempre suman a favor de nuestro bagaje cultural como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Llevaba mucho tiempo queriendo hacer una fotografía de este cartel. Ya muy degradado por el paso del tiempo y la desidia pone 'telégrafos'... ¡Telégrafos! ¿Díganme que no es entrañable?
Cuando los coches y las motos se arreglaban remangándose hasta arriba y no con telemetrías/aplicaciones electrónicas tenían su razón de ser pequeños talleres como éste de aquí arriba.
Neones tope chulos para atraer a los huéspedes. Un clásico de la publicidad alcalaína que pasa totalmente desapercibido si uno no levanta la vista del suelo.
No, no es parte del decorado de la serie de televisión 'Cuéntame Cómo Pasó' pero podría serlo perfectamente. Aunque ahora que lo pienso, creo llegaron a grabar exteriores por el barrio de La Rinconada, así que no te digo yo que no.
Uno de mis favoritos. Días largos y brillantes de agosto, pipaschiclescaramelos, amigos... Y cine de verano.
¡Seguiremos rescatando estas piezas del pasado para disfrutarlas en el futuro!