Revista Cultura y Ocio

Una biblioteca de verano. Mary Ann Clark Bremer

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Una biblioteca de verano. Mary Ann Clark Bremer
     "Arañadas tapas de un verde ajado, como de un terciopelo muchas veces expuesto a la luz.
     Tapas del color del tabaco. Y del de los corales de las islas Filipinas.
     Tapas del color de la luz del atardecer en Nueva Inglaterra -mis otros veranos-.
     Tapas con olor a cobalto, a moho dulce, a gusanos de seda, a madreselva, a coñac, a tierra mojada.
     Tapas estampadas con dos líneas de oro desvaído, en Azul Prusia, en blanco sucio de nieve.
     Los libros con tapas de cartón forradas con telas, y los libros de tapas flexibles para los días de tren o playa.
     Libros en miniatura (los poemas de Verlaine) y libros gigantescos (algunas novelas de Balzac).
     Libros que podían sujetar un edificio entero (por lo que dicen y por cómo lo dicen).
     Ningún libro malo entre tantos libros."
     Este fin de semana preguntaba el motivo por el que nos lanzamos a leer frente a otras actividades. Hablaba también de cafés literarios, de libros... y eso hizo que recordara una novela que me duró un suspiro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Una biblioteca de verano.
     A mediados de los años 40 y aún convaleciente del ataque sufrido el buque que la transportaba junto a sus padres, Mary Ann nos relata echando la vista atrás lo que fue un verano pasado entre libros. En una biblioteca formada por los libros que sobrevivieron a la guerra y que habían pertenecido a su tío, ahora muerto como sus propios padres. Con ellos y gracias a ellos, conoceremos a esta mujer y veremos como cicatriza su espíritu.
     Noventa páginas. Esa es la extensión de esta novela en la que la autora nos cuenta una parte de su vida. Noventa páginas de sentimientos, noventa páginas en las que, de haber marcado todas las frases relevantes del libro, no hubiera dejado apenas espacio para ver el color del papel salvo en los márgenes. En ellas plasma su admiración por dos cosas, su tío Marcel y la literatura. Y esta última la conoció gracias a Marcel, a quien le dedica párrafos realmente bellos:
     "Un hombre a punto de morir no puede escribir pero dicta sus cartas, que, más tarde, son leídas a su sobrina, quien no puede leerlas: tiene los ojos vendados debido a la metralla."
¿Quién puede resistirse a un párrafo así? Nos acaba contagiando de su amor por este hombre y también por los libros que nos enseña. Empieza con una pequeña lista, un autor y un adjetivo: "Flaubert (inteligente), Stendhal (poderoso), Remy de Gourmont (misterioso), Marcel Proust (delicado)..." y termina por mostrarnos su vida a través de fragmentos, de pensamientos, de palabras tomadas de unos y otros autores. Como si cada libro, cada autor que entra en esa biblioteca, tuviera algo que decirnos sobre Mary Anne. Ella misma nos lo expresa así:  "Me había sentido maldita. Una mujer Rimbaud, hermana de sangre del poeta."
     También hay hueco para el amor en el libro, en tan poco espacio se abre paso una historia de amor presente y tal vez otra en pasado que, para mi gusto, quedan eclipsadas por el enorme amor por los libros que manifiesta su autora. Porque esa es la verdadera esencia de este libro, el amor por los libros.
     Hoy os traigo un libro cuyo mayor defecto es la escasez de páginas. De esos que uno termina de leerlos cuando aún conserva la sensación de estar descubriendo una obra que vamos a disfrutar. Un visto y un visto, un pequeño placer frugal. Como si se tratara de una biblioteca... que durase un único verano.
     Y vosotros, ¿qué estáis leyendo esta semana?
     Gracias
     PD. Tengo que leer algo de Hazlitt, enamoró con sus letras a la autora...

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