Revista Arte

Una buena novela naturalista

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
Leer y releer a los clásicos siempre merece la pena cuando se han ganado este apelativo. Como buena novela naturalista, La barraca, de Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867-Menton, Francia, 1928) nos ofrece un vivo documento de la vida rural en la huerta valenciana de finales del siglo XIX.

En la línea programática de escritura objetiva, anunciada por el impulsor y teórico del naturalismo, Émile Zola, en su ensayo Le roman expérimental (1880), Blasco Ibáñez se propone presentar al lector un cuadro fidedigno de las asperezas que depara al labriego valenciano la lucha por la subsistencia.

buena novela naturalistaHeredera del realismo, que ya había repudiado la pintura bucólica del campo, la novela naturalista apuesta por acercarse a la realidad tal y como es: en su crudeza y en su desabrimiento, en su fealdad, si es necesario. Desechando cualquier idealización y un modelo literario que apuntaba a lo sublime y entendía la literatura como el marco idóneo para encuadrar lo bello, Blasco Ibáñez elige como tema una historia de miseria y fatalidad, que es el relato de otras tantas en el medio en que la ubica. Así su novela puede leerse como un estudio sociológico, un cuadro histórico en el que toma protagonismo la explotación de los labriegos por los propietarios y las penalidades de los huertanos, sometidos al yugo de los ambiciosos arrendamientos de los amos para subsistir.

Sin embargo, Blasco Ibáñez no cae en ningún momento en el maniqueísmo. Protagonizada en primera línea por labradores, el autor no se deja llevar por el esquema simplificador de idealizar al oprimido. Por el contrario, elige como protagonistas principales de su novela a dos labriegos, Batiste y Pimentó, que contrapone en carácter y en temperamento: el primero trabajador, honrado y apacible; el segundo, dado a la bebida, holgazán, mentiroso y temperamental, y da como punto de partida de su novela el asesinato de un terrateniente, perpetrado por otro campesino, Barret. El autor trata a sus personajes con la intención de representar a todo un colectivo, pero es un colectivo diferenciado individualmente, con sus claroscuros, su humanidad al completo. La familia de Batiste, repudiada como forastera, que se ve, además, acorralada por el ambiente asfixiante que le crean sus convecinos huertanos, confabulados contra ella por sus envidias y su rencor, despliega su rústica pero sensible humanidad cuando muere el hijo menor de Batiste. Ello no es obstáculo para que vuelvan pronto a las andadas a la primera de cambio y esta actitud acabe por propiciar un trágico final. Con ello Blasco Ibáñez introduce en su historia otro de los ingredientes naturalistas esenciales: la influencia del entorno sobre el comportamiento humano, que por otra parte ya había sido el móvil del homicidio con el que arranca la novela. El autor completa la fórmula naturalista salpicando su texto de expresiones valencianas características del ambiente.

Sensible a los problemas sociales de su época, Blasco Ibáñez fue líder del republicanismo en Valencia (1892-1905) y se destacó como político. Su prolífica obra literaria da fe de la honda preocupación que sintió por las clases más desfavorecidas y su comprometido interés en modernizar su país. Algunas de sus novelas - Sangre y arena, Entre naranjos, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare Nostrum, Cañas y barro, La tierra de todos - fueron llevadas al cine.

Vicente Blasco Ibáñez

El País, Madrid, 2005, 206 pp.


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