Revista Opinión

Una canción para salvar al ‘banana tree’

Publicado el 24 marzo 2012 por Carmentxu

Durante unos momentos de anoche, que iban apareciendo y desapareciendo del ambiente, apenas podía intuir la crisis, si no fuera porque salí a cenar con unas amigas, de esas que son como un fondo de armario sin el que no podría armarme cada mañana y salir a luchar. Si no fuera, decía, porque nos acogimos a una oferta de menú degustación por la mitad del precio habitual en un restaurante de esos de autor, un descuento inaudito hace tan solo ¿dos, tres años? Arreglamos el mundo, montamos en un periquete una huelga general sincera, espontánea, protestona, secundada al 100% por una masa furibunda. Nada que ver con la del próximo 29 de marzo, cuyos preparativos son más propios de la organización de un simposio o de una boda amañada que de una huelga verdadera que sirva como válvula de escape y protesta. No habrá click. Intentamos salvar un banana tree traído clandestinamente de Ruanda hace unos meses por una de ellas y que, aunque soportó con valor la temperatura siberiana de las bodegas del avión, no ha podido con el frío que nos ha congelado el alma en las últimas semanas y ahora se debate entre la vida y la muerte en una terraza de Barcelona, con servicios mínimos. Volviamos por instantes a ser jóvenes y valientes y nos reíamos de todo y de todos, también del Gobierno, el de aquí y el central, que son el mismo y persiguen lo mismo: acabar con lo público para, una vez todo languidezca como ese banana tree, poder traspasar a sus amiguetes los servicios públicos y universales a precio de ganga para que los conviertan en negocio. Y de fondo sonaba en el ambiente una melodía desconocida, pegadiza como la locura de aquellos momentos. No era la orquesta del Titanic. Era sólo una canción bella. Por cierto, el próximo 14 de abril será el bicentenario del hundimiento del trasatlántico y -aviso- nos van a taladrar como nunca se ha visto.


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