Dicen que algunos se comunican más tarde mediante los sueños. Nunca fui demasiado supersticioso, pero desde su muerte he empezado a notar esos escalofríos, esa sensación casi física de una presencia, de una mirada invisible en mí.Y me hablaba, me hablaba en el sueño con su voz, nítida e inconfundible, sin nada que hubiese cambiado. Era ella, otra vez, aquí, como una alucinación. Me desperté y aún quedaban restos de su esencia en el aire, de su paso por este mundo al que ya no pertenece.
A pesar de todo el cariño, de la desesperación y de la añoranza –tan cruda y terrible que a veces no me veo capaz de soportarla–, tiemblo, algo dentro de mí me llena de congoja. Sé que aunque no pueda verla, el hecho de sentirla, de imaginarla a solo un paso de mí sería casi monstruoso, una aproximación a la locura.Ella está ahí, a medio camino entre la realidad y la mentira, la imaginación, la esperanza tal vez. Pero esa tensión en mis músculos, esa imagen suya tan clara en mi inconsciencia, de carne y hueso, y ese eco tan preciso de su voz forman parte de estos días de lluvia, de las interminables tardes de viento y de las noches llenas de tenues rumores, de mi vida al fin y al cabo.
Y quiero, realmente quiero dejarla ir, pero su presencia aún me acecha, su tacto frío sigue recorriéndome para recordarme que no se ha ido, que hay algo más allá de la oscuridad. Y lo cierto es que yo me deleito con su caricia helada, con su gélido aliento y con su sobrecogedora mirada invisible; no quiero que nada de ella se me escape, no quiero que el frío se desvanezca, no quiero que su piel de cristal se rompa y se desintegre en mil esquirlas para siempre, no todavía.El invierno aún es largo. Puede ser que tenga algo más de tiempo, puede ser que todavía estos escalofríos me acompañen un poco más mientras el sol aún tarda en salir, mientras no se descongele la realidad y lo inunde todo. Hasta entonces, es posible que aún tenga un poco más... Tan solo un poco más.
Por Mrs. Sofía el 24/7/2017