La troika (Banco Central Europeo, FMI y Comisión Europea) no lee. No, al menos, lo que debería en estos turbulentos días, semanas, meses, años… Leer no sólo te transporta a otros mundos y te sumerge en otras realidades que no son la tuya. Leer también permite extrapolar situaciones a la propia realidad y aprender, incentiva la reflexión y serena el espíritu. Leer es soñar, pero los señores de la troika no sueñan. No sé qué deben andar leyendo estos días, ni siquiera su índice de comprensión lectora, pero sé a quien no leen: a Paul Krugman. El premio Nobel de Economía ya ha empezado a agotar las palabras y ha encendido todas las luces posibles para mostrar un camino alternativo. Como Casandra, Krugman parece condenado a augurar la verdad, mientras el resto confunden sus palabras con delirios y tremendismos partidistas.
Revista Opinión
En su último artículo-linterna, Krugman, descartado un ataque alienígena como catalizador para salir de la crisis, ha moderado sus aspiraciones interplanetarias y considera ahora que bastaría con “una catástrofe sin paliativos” para que reaccione la clase política europea, a remolque de los intereses y del cortoplacismo de los mercados, y sitúa la economía al servicio de los ciudadanos. En su lugar, la marea neoliberal arrasa y erosiona a su paso los cimientos de la democracia: al ciudadano. Y seguimos, ahora más que nunca, obligados a un esfuerzo de fe ciega, inducida, uno más, a salvar los bancos que actuaron por encima de cualquier posibilidad, incluidas la suya, la nuestra, de sus directivos codiciosos y egoístas. Y salvándoles a ellos, a ese lastre de plomo que todo lo ahoga en especulación, pelotazo y miopía, seguimos ahogándonos en un mar de incertidumbre. Según Christine Lagarde, directora gerente del FMI, quedan menos de tres meses para salvar el euro. El inversor George Soros le daba tres meses a principios de junio. ¿Será suficiente catástrofe sin paliativos para que todo salte en pedazos, recordar cómo empezó todo y resetear el sistema?