Revista Arte

Una censura doméstica. Antonia Pozzi

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Empecemos por el final. Antonia Pozzi se suicidó en 1938 en Milán, donde había nacido en 1912, hija de una condesa y un prestigioso abogado de la alta sociedad.

El padre, quizá sintiéndose culpable por haberse opuesto a su relación con un joven profesor de instituto, juzgado indigno de tan noble familia (lo cual, sumado a sus problemas de salud, la precipitó aún más, si cabe, en la depresión y la soledad), recopiló y publicó su poesía, que ella se había negado (¿pudor?, ¿inseguridad?) a dar a conocer en vida. Así, en 1939, apareció, en edición privada, su libro "Parole" ( Palabras). Sin embargo, el padre no pudo evitar corregir e incluso eliminar, a su gusto, los versos, en resumen, purgarlos de cuanto no estimaba irreprochable o virtuoso.

Por fortuna, las ediciones posteriores devolvieron los textos a su versión original, hasta llegar a la de 1964, considerada definitiva. Desde entonces, las reediciones y traducciones han sido innumerables.

Esta es una invitación a conocer, pues, a una de las mayores poetas europeas del siglo XX.

Que la juventud o la precocidad de la autora no llame a engaño.

EN MEDIO, UNA VIDA

¿Privilegiada? Sí, en muchos aspectos.

Pertenecer a la clase acomodada milanesa permitía acceder a una educación exquisita (Antonia habla con fluidez inglés, francés y alemán, toca el piano, ama la fotografía...), a los viajes culturales por Europa y África del Norte, las veladas en el Teatro della Scala y las relaciones con los más importantes poetas e intelectuales jóvenes del momento (Vittorio Sereni, Luciano Anceschi, Mario Monicelli, Alberto Mondadori..., como ella discípulos del profesor de filosofía Antonio Banfi).

Su desahogada situación económica le posibilita, además, crear un verdadero cenáculo en su propia casa, en el que se discuten apasionadamente los libros prohibidos por el fascismo y que Antonia compra en su idioma original en sus frecuentes desplazamientos al exterior. No podemos olvidarnos, claro está, de sus largas temporadas en la villa de Pasturo, del siglo XVIII, en los valles alpinos de la Lombardía, que tanto marcarían su vida y tanta huella dejarían en su obra. Allí practica toda clase de deportes, del esquí a la natación, de la bicicleta a la equitación. En suma, la despreocupación de una vida sana al aire libre, sin necesidades materiales.

El giro, la gran renuncia, se produjo en 1933. La posición social de la familia, y en particular la rigidez paterna, no puede de ninguna manera aceptar su compromiso con Antonio Maria Cervi, su profesor de latín y griego en el instituto Manzoni. Un matrimonio que no podía tomarse ni siquiera en consideración. El hecho es que Antonio habría querido casarse con ella, pero las humillaciones a las que es sometido lo obligan a desistir. La oposición familiar fue tan feroz que el famoso abogado Roberto Pozzi mueve sus influencias para que sea trasladado a Roma. Y ella es enviada a Inglaterra, con la burda excusa de un viaje de estudios. Es entonces cuando Antonia, desgarrada por el dolor, le dedica una poesía en la que le desea que encuentre a otra mujer, con la que pueda tener el hijo que habían soñado. E intenta, por primera vez, suicidarse. Pero es salvada (¿salvada?: es solo un aplazamiento) a tiempo gracias a un lavado de estómago.

En 1935 obtiene su licenciatura universitaria con una tesis sobre Flaubert. Así, se cierra una época.

Una censura doméstica. Antonia Pozzi
Y LLEGAMOS AL FINAL, QUE ES EL PRINCIPIO

En 1938 escribe al poeta y amigo Vittorio Sereni: "Quizá la época de las palabras haya terminado para siempre". La decisión está tomada.

En la mañana del 2 de diciembre asiste con aparente normalidad a la escuela en que da clases. Pero a sus alumnos no escapa su inquietud. A las 11 no se siente en condiciones de seguir y alega un creciente malestar. Se dirige a la abadía de Chiaravalle, en la periferia sur de Milán, uno de sus sitios predilectos, a donde solía encaminarse en sus excursiones en bicicleta.

Se recuesta sobre un prado y toma una enorme dosis de barbitúricos. Un campesino la ve y da la voz de alarma. Es llevada al Policlínico, pero ya es tarde: muere en la tarde del 3 de diciembre. Deja a sus padres una nota reveladora, en la que, entre muchas otras cosas, dice: "Lo que me ha faltado ha sido un afecto firme, constante y fiel, que se convirtiera en un objetivo y llenase toda mi vida...".

No asombrará a nadie saber que la familia ocultó el suicidio y atribuyó la muerte a una pulmonía. El testamento fue convenientemente destruido por su padre y transcrito "de memoria". ¿Quién podía dudar de la palabra del abogado Pozzi?

Pero queda su obra. Que fue apreciada por Eugenio Montale y T. S. Eliot: no muchos pueden jactarse de lo mismo.

Una censura doméstica. Antonia Pozzi
Carlos Vitale

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