Revista Regiones del Mundo

Una ciudad llamada Londres.

Por Elainn

El tren de Winchester me dejó en la estación London Waterloo. De ahí fue fácil combinar con la Northern Line del metro e ir hasta la casa de una familiar adonde me quedaría por el resto de mis vacaciones. Así los siguientes seis días ahorré el costo del hospedaje. Eso fue lo que me permitió gastar un poco más antes. Ella vive lejos del centro, pero pude manejarme con el subte (que está a 14 cuadras de su casa) o el tren (que está a tres). A la noche preparó pescado y pude cenar bien.

Al otro día salí medianamente temprano porque tenía una hora de viaje (aprox.) al centro. A través de la página discount London había sacado entradas con descuento para el Ojo y la Torre de Londres. Ambas son atracciones muy costosas. Puedo dar fe que el descuento es genuino.

Una ciudad llamada Londres.

El Ojo de Londres es una “vuelta al mundo” sobre el río Támesis que sirve como mirador de los edificios más icónicos. No hay que ir muy tarde porque las colas son inmensas. Llegué e hice la primera cola para que, al mostrar mi entrada, me dieran el ticket con el horario. Fue rápido. Luego fue la segunda fila para subir. Al haber ido antes del mediodía no había tanta gente. Cuando me fui ya era imposible.

La vuelta completa dura media hora y uno puede ir sacando fotos del parlamento, el Big Ben, la catedral de St. Paul, etc. Por supuesto hay otros miradores en la ciudad. El más famoso, pero también costoso, es el del edificio más alto: The Shard. Hay asimismo dos miradores gratuitos: Sky Garden y la terraza del Modern Tate. Quise ir al primero (porque aparece en la miniserie Good Omens) pero ya estaba todo reservado y me quedó pendiente. Y justo del mirador del Tate hubo un intento de asesinato (por esa fecha), en el cual un adolescente empujó a un niño de seis años al vacío.

Una ciudad llamada Londres.

Salí y caminé por la orilla sur del río hasta el Puente de Londres (un hermoso lugar para caminar). Crucé y fui a la Torre de Londres. Cambié la entrada que había comprado por el ticket en boletería y entré al complejo de edificios que constituyen la Torre de Londres.

Si van a ir, consideren que recorrer todos los edificios va a requerir unas cuatro horas ya que hay que pensar que suele haber fila para casi todos. En lo personal me interesaba ver los cuervos. Una antigua leyenda celta habla del rey Bran, luego convertido en dios de la profecía (cualquier coincidencia con Juego de Tronos no es casualidad), cuya cabeza fue enterrada bajo la torre. Se dice que en tanto haya cuervos allí, la monarquía británica continuará existiendo. Por eso, les recortan las alas, para que no escapen. Son cuervos bastante grandes: ahora comprendí la diferencia entre crow (más chico) y raven (el de la torre).

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Me perdí la charla sobre el cuidado de los cuervos, pero pude hacer el tour con uno de los “Yeoman Warders” o “Beefeaters “, guardianes ceremoniales de la Torre (todos militares de carrera).

La Torre fue fortaleza, palacio y prisión antes de convertirse en un museo. Después de realizar el tour por el lugar, fui a la Torre Blanca, el castillo construido por Guillermo el Conquistador en el siglo XI y luego ampliado. Adentro hay un museo de armaduras y armas antiguas. Hay juegos para niños y demás.

De allí fui al Palacio Medieval del siglo XIII, la Torre Sangrienta que cuenta con un video la triste historia de los príncipes encerrados por Ricardo III, la Torre Verde y el sitio donde ejecutaron a Ana Bolena y otras reinas, la famosa prisión con sus elaborados graffitis, la capilla, la Torre de las Torturas (apenas una sala, no valía la pena tanta cola), las almenas y finalmente el edificio donde guardan las Joyas de la Corona. Dejé esto para lo último porque tenía una fila larguísima. Igual pude ver la exhibición. Me interesaba especialmente el diamante maldito, el Koh-i-Noor. Sólo me faltó visitar el museo de fusileros, aunque tampoco me seducía mucho ir. Salí cuando cerró.

Crucé el fotogénico Puente de la Torre, busqué el subte más cercano y volví a la casa. No había comido nada en todo el día. Por suerte había pollo en la heladera y pude cenar.

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Me tomé el otro día con calma. Mi anfitriona me llevó a conocer el pueblo de St. Albans. Es muy pintoresco. Nosotras fuimos en auto, pero se puede ir en tren desde St. Pancras (son unos 20 minutos). Fuimos a la catedral. Justo empezaba un tour gratuito así que me sumé al grupo. La catedral era parte de una abadía medieval que fue salvada por la gente del pueblo. La reforma protestante destruyó la abadía pero vendió la iglesia a los habitantes que la defendieron. Tiene la nave más larga de Inglaterra y restos de los muros normandos y sus pinturas originales.

En la Edad Media fue centro de peregrinación ya que ahí se encontraban las reliquias de San Albano, el primer santo de la isla. La historia cuenta que un sacerdote romano, en época de las persecuciones a los cristianos, se escondió en casa de Albano, quien lo protegió y se hizo pasar por él para salvarlo. El santuario y sus reliquias fueron destruidas en el siglo XVI (ya sabemos por orden de quién), pero el santuario pudo ser restaurado a fines del siglo XIX cuando la iglesia se convirtió en catedral anglicana.

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St. Albans fue una de las mayores ciudades de la Britania romana, llamada entonces Verulamium. Después de la visita a la iglesia, caminamos un poco por el Parque Verulamium (es inmenso) y pude ver los muros de la antigua ciudad. No tuve tiempo para conocer el Museo Verulamium o ver todas las ruinas romanas. Será en otro viaje. Volvimos a almorzar y fuimos a un cine de barrio para presenciar en directo la ópera “La flauta mágica” (mi anfitriona me invitó porque es melómana).

A la noche me preparé unas pastas con salmón ahumado.

El día siguiente fue muy largo. Fui en tren a la estación de Blackfriars porque quería visitar el Teatro El Globo. La verdad es que el tour es muy caro para lo que ves. Presenciamos un ensayo, pero por eso mismo estaba prohibido sacar fotos. Es más barato asistir a alguna obra de teatro. Es una réplica del teatro de Shakespeare aunque el original tenía otra ubicación.

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Compré sushi de pato y ensalada de pollo en Tesco. Frente al teatro está una de las terminales de ferries que realizan el recorrido por el Támesis: “Bankside”. No podía ir a Londres y no navegar por su río. Es posible realizar el paseo en crucero, pero yo preferí el “river bus” que es un poco más barato y se paga con la Oyster Card. La empresa que realiza el recorrido se llama Thames Clippers. Logré sentarme en un buen lugar para disfrutar del paseo hasta la terminal de Greenwich.

La zona de Greenwich es hermosa. La verdad es que es para caminar y visitar todos sus museos. Yo fui buscando el meridiano famoso (GMT). La gente en general va al Observatorio de Greenwich que es el que marca el origen de los meridianos. Sin embargo, yo ya no quería gastar más dinero. Había averiguado por dónde pasa el meridiano fuera del observatorio y fui a sacarme una foto allí. Vayan hacia Greenwich Park. Es un parque inmenso así que no se van a perder. Antes de entrar, doblen a la izquierda por la calle Park Vista. A los pocos metros van a ver indicado el meridiano en la calle y con una placa.

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Meridiano de Greenwich (los círculos en la calle)

Después de la foto con el meridiano, fui al parque y me senté estilo picnic a comer el almuerzo comprado en el supermercado. Es bellísimo. La verdad es que no caminé por el parque (sólo disfruté de la paz bajo un árbol cerca de un lago) pero hay ruinas romanas, miradores, etc. Los alrededores están llenos de museos. Yo entré a la Casa de la Reina porque la entrada es gratuita. Tiene una interesante colección de cuadros y una escalinata impactante pintada de azul.

Yo no hice más, pero en Greenwich se puede visitar un barco de 150 años de antigüedad (el Cutty Sark), el museo marítimo, el museo del abanico, el planetario y un mercado considerado un sitio World Heritage.

Volví en el ferry hasta Westminster. La terminal está justo debajo del Big Ben que, desafortunadamente, estaba irreconocible por las reparaciones. Pasé junto a Scotland Yard y el puente de Westminster (no lo crucé).

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Llegué puntual a la Abadía de Westminster, iglesia que desde hace siglos celebra las coronaciones de sus monarcas. No fui a un tour porque la entrada es muy cara, sino que entré de manera gratuita al Evensong a las 17hs. Es cierto que no pude recorrer la iglesia a mi gusto, pero logré verla bien y disfruté de un momento precioso con el coro de Bath. No dejan sacar fotos en el interior. Hay muchas tumbas de famosos. Yo pisé la de Stephen Hawking. Es una ceremonia religiosa, pero es corta y vale la pena. A mí me encantó.

Luego caminé desde Westminster hasta el West End y busqué las entradas de la obra de teatro que había comprado por internet. ¡Al menos tenía que ver alguna obra estando en Londres! Hice tiempo comiendo un helado de ruibarbo, higo y cheesecake de frambuesa en Udderlicious. Delicioso.

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Finalmente entré al teatro St. Martins para ver La ratonera, de Agatha Christie. Estaba arriba de todo pero la vi. ¿Por qué esa obra? Dos razones. La primera es porque conozco el texto de memoria y, ya que iba a sentarme lejos del escenario, prefería una obra conocida por si me perdía en la traducción. La segunda es que mi mamá era fanática de Agatha Christie, leyó todos sus libros y yo también los leí por herencia.

Fue una experiencia interesante. Allá se come en los teatros igual que en los cines, acá en Argentina no (o al menos no que yo recuerde, hace mucho que no voy). El regreso fue fácil. En subte desde la estación Leicester Square. Cené el resto de pasta que me había sobrado de la noche anterior.

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Al otro día fui al Museo Británico. No podía dejar de ir. Estuve varias horas y no pude verlo todo. ¡Por fin algo gratuito! Lástima la fila que había para entrar y la cantidad de contingentes de turistas que se movían en bloque.

En la planta baja las salas que más me interesaron fueron las del Antiguo Egipto, Medio Oriente (¡¡¡Asiria!!!) y Antigua Grecia y Roma. No se pierdan la Piedra de Rossetta, los frisos robados al Partenón (y la pobre y solitaria Cariátide), los leones asirios y los restos del Mausoleo de Halicarnaso (una de las siete maravillas del mundo cuando estaba en pie). También hay una estatua de la isla de Pascua y una serpiente azteca. En planta baja se hallan además la sala de Asia y dos salas con colecciones del Iluminismo que me quedaron pendientes (me perdí el Relicario de la Sagrada Espina). En el subsuelo se encuentra la sala de África con las placas de Benin.

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En los pisos superiores destaco la continuación de la colección egipcia con paredes de una tumba de Nebamun, la momia de Gebelein, más de la Antigua Grecia y Roma, Europa medieval (el ajedrez de Lewis es famoso), el hombre de Lindow y lo mejor: piezas de la Antigua Mesopotamia como un tablero de juego de Ur, joyería o tablillas de arcilla, un fragmento de la puerta de Babilonia, etc.

No tuve ni tiempo ni para comer. Y amé las tiendas de regalos. Hubiera comprado todo. Hay tours gratuitos pero preferí ir a mi tiempo. Creo que hay que ir un viernes cuando el museo cierra más tarde.

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Me apuré y fui al pequeño museo Petrie antes que cerrara (consulten bien días y horarios). Es un museo de egiptología perteneciente a la Universidad de Londres que está a pocas cuadras del Británico. Tiene dos salas atiborradas pero hay piezas únicas que no he visto en otros lados. El top ten del museo Petrie: los textos de la pirámide de Pepi I en Saqqara, el retrato romano de la momia de Hawara (el Fayum), una vasija de enterramiento, un Ankh de Meroe, una trampa para ratas de Kahun, pinturas de Amarna que adornaban los palacios de Akenatón, una cuchara cosmética para cremas, un vestido de cuentas y un vestido de más de 5000 años. Personalmente me fascinó todo el tema del vestuario ya que hay telas y cuadernillos que explican como se usaban y uno podría vestirse a la usanza egipcia. Y me encantaron las medias para sandalias, para esos días en los que pega el frío. Las había visto en Luxor pero no había podido sacarles foto.

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La estación de subte más cercana a ambos museos es Tottenham Court Road. Ese día no paré. Me dolían mucho los pies. Al llegar a la casa, cociné unos champiñones que había comprado en el supermercado y los mezclé con sobras de días anteriores.

Mi último día completo en Londres fue una muestra climática de sol, lluvia y viento por tandas y al mismo tiempo. Fue el único día en el que fui cambiando de planes, eliminando sitios y agregando otros.

Una ciudad llamada Londres.

Empecé por el único lugar al que quería ir sí o sí: el Museo de Sherlock Holmes. Fui en subte haciendo combinación en Charing Cross a la línea Bakerloo dirección Harrow. La estación es Baker Street y ya uno se siente como parte de un cuento de Arthur Conan Doyle. Tuve que esperar una hora hora entrar por la cantidad de gente que había. Es caro y realmente no es mucho lo que hay así que no volvería. Pero era algo que quería conocer y sacarme las ganas. En principio no es realmente un museo sino una reconstrucción de la casa victoriana de Sherlock Holmes según lo que aparece en los libros. Es una reconstrucción bien hecha, eso sí. Buena para sacar fotos y esperar que aparezca Benedict Cumberbatch. No me gustaron las figuras de cera, pero allá son famosas y hasta hay un museo de figuras de cera. Creo que lo único que me molestó es que jamás te cuentan la historia real del inmueble (que pueden leer acá) y cómo realizaron la “réplica” y, tanto los guías como los folletos, se quedan en su papel de decir que esa fue la casa de Sherlock Holmes. Sí, aunque Sherlock Holmes JAMÁS EXISTIÓ porque es un personaje literario. Igual que Harry Potter, Peter Pan, Alicia y otros personajes británicos.

Bueno, salí más tarde de lo que había calculado. Decidí ir caminando al edificio de la BBC. Ya sé que no hay más tours por el estudio, pero había leído que uno podía entrar al café. Llegué, pregunté, logré pasar las puertas de la BBC, pero me dijeron que el café era ahora sólo para empleados. Podía seguir mi plan original (que era ir a las cuevas de Chislehurst), pero estaba cansada. Me tomé el subte en Oxford Circus -la zona de la BBC es preciosa- y fui al Museo de Arte Tate Britain. Me bajé en Pimlico (Victoria Line) y caminé al museo. Me encanta el Movimiento Prerrafaelista y mi pintor favorito es William Waterhouse. Sabía que había varias pinturas del Movimiento en el Tate y por eso fui. No lo recorrí todo. Me dirigí directamente a la sala correspondiente, ¡pero sólo había un cuadro de Waterhouse! Los cuadros más famosos de Waterhouse y Millais estaban en préstamo. No lo podía creer!!!! Lo disfruté igual. Pasé a la sala de Turner, pero no vi mucho más. Tenía hambre. En la cafetería ya no quedaba casi nada así que me fui. Pensé en ir al Palacio de Buckingham y de ahí a la Catedral de St Paul para el Evensong, pero en vez de tomar el subte preferí ir caminando.

Era mi último día y quería patear Londres, perderme en sus calles. Tardé pero llegué al Palacio de Buckingham (en el camino comí sushi en Itsu) y pude fotografiar la entrada y el Monumento a la reina Victoria. No vi el cambio de guardia, pero hay que ir al palacio y me estaría arrepintiendo hasta hoy de no haber ido. En verano es posible entrar al edificio, pero la entrada es cara y no quería sumar gastos en este viaje. Ya era tarde para ir a la Catedral así que no pude ver el interior.

Desde el palacio crucé al parque y tomé el subte en Green Park. Había caminado un montón. Esa noche comí atún con berenjenas en la casa de mi anfitriona.

Como su casa estaba lejos del centro y yo tenía que salir al mediodía hacia el aeropuerto, mi última mañana fue tranquila. Desde donde estaba tenía que combinar dos transportes para ir al aeropuerto de Heathrow. La dueña de casa me convenció de ir con un remise que me costó £35. Llegué bien al aeropuerto y me única preocupación fue que el vuelo de Iberia se atrasó. En el aeropuerto almorcé un sandwich de camarón. Comí suficientes sandwiches para toda una vida.

Una ciudad llamada Londres.

PENDIENTES: visita al Parlamento, interior de la Catedral de San Pablo y del Palacio de Buckingham, Victoria and Albert Museum, el museo de Londres, Harrods, Portobello Road Market, Sky Garden, el mirador del Tate Modern, cuevas de Chislehurst, ¿Teleférico? Me quedé con ganas del tour de fantasmas. y tomar algo en el café en la cripta.

Una ciudad llamada Londres.

DATOS:

  • El museo de Sherlock Holmes tiene una importante tienda de regalos, pero con precios elevados.
  • El Palacio de Buckingham abre al público solamente en verano con un tour por 19 habitaciones. Para ver el cambio de guardia, pueden consultar la página de British Army.
  • Para entrar al Parlamento pueden revisar la página.
  • Los Jardines Botánicos o Kew se pueden visitar todos los días. Hay un gran invernadero victoriano. El sitio luce impresionante.
  • Hay un tour gratuito de fantasmas, otro pago también caminando pero con un escritor y otro en autobús.
  • Quisiera visitar la tienda más antigua de té, donde es posible probar distintas infusiones y aprender sobre su historia y cultivo: Twinings.
  • Desde Londres es posible conocer varios sitios cercanos: el castillo de Windsor (se puede ir en tren), el Hampton Court Palace , el castillo de Enrique VIII (también hay una estación de tren) y la Catedral de Canterbury, un poco más lejos. Suele haber tours si no quieren ir por su cuenta.
  • Londres es la ciudad de las obras de teatro. Al menos tienen que ir a ver alguna.
Una ciudad llamada Londres.

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