Revista Ciencia

Una clase que se alarga más de la cuenta, pero los alumnos no piden la hora

Por Aver Aves @AverAves
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Nunca habían visto a lavanderas blancas y cascadeñas sobrevolar el Manzanares

Javier Rico

Suena el móvil de una de las profesoras. Se asombra y me hace un gesto de “hay que terminar”. Madres y padres y la dirección del cole se impacientan porque no volvemos. Se lo comunico a las alumnas y alumnos de cuarto de primaria del colegio público El Greco del distrito de Villaverde y nos dicen que no quieren que acabe, que sigamos, que desean seguir escuchándonos a nosotras y a las aves y que tienen más preguntas que hacernos. Curioso, una clase en la que el alumnado no pide la hora al árbitro/profe ni desea que acabe.

Evidentemente, en Aver Aves jugamos con la ventaja de dar las clases al aire libre, un espacio siempre más atractivo que las cuatro paredes de un aula cerrada. Nuestros libros, pizarras y monitores son árboles y arbustos, charcas, estanques, ríos, alamedas, parques, jardines, bulevares, escombreras, insectos y, por supuesto, aves, muchas aves, siempre más de las que los escolares pueden imaginar. Juega a favor también que nada más salir a la puerta del cole nos paramos y nos saludan los chillidos y el piar de unos vecinos en los que no habían reparado hasta entonces: vencejos, aviones y estorninos.

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“¡Anda, pero si debajo de mi casa hay nidos como esos! ¿Y son aviones?”

Y si empezamos contando que hace un par de meses algunos de esos vecinos andaban de viaje a 6.000 kilómetros del barrio madrileño de Butarque, donde se ubica el CEIP El Greco, pues crece en intensidad la emoción del safari urbano que acabamos de comenzar. “¡Profe, seguimos al lado del cole y hemos apuntado siete especies!”. Se admiran. Cotorras, mirlos, palomas y gorriones se añaden al trío anterior en los incipientes cuadernos de campo que portan los peques.

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Rodeados del verde de olmos, pinos, acacias, retamas y juncos a las puertas de su cole

Hemos contado en más de una ocasión que las rutas de Aver Aves son mucho más que un paseo para observar aves, que ya es bastante para un 99% de la población (todos los alumnos y alumnas incluidos) que desconoce que desde la puerta de su casa pueden llegar a ver, al menos, una decena de especies. Cuando tocamos la migración hablamos de geografía; cuando comentamos usos y propiedades de las plantas hay etnobotánica y medicina; cuando vemos una escombrera ilegal entramos en el impacto ambiental; cuando disfrutamos del elegante planeo de una cigüeña blanca nos metemos en la física…

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Los paseos sirven también para señalar conductas contaminadoras

Los escolares tienen muchas formas de agradecer la entrada en su memoria de estos conocimientos sin necesidad de decir gracias. Una de ellas es, como hemos dicho, no percatarse de que las tres horas de excursión han concluido; otra es oírles decir: “¿os dais cuenta de que aún no hemos discutido ni nos hemos peleado y estamos tan a gusto?” Ocurre mientras explicamos por qué a las cotorras se las considera una especie invasora o por qué Cigu es nuestra mascota.

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El momento Cigu es uno de los más apreciados por la concurrencia

Pero claro, todo esto se potencia y amplifica con el canto aflautado de la oropéndola; el ir y venir de las lavanderas blancas y cascadeñas en el lecho del río; el planeo de ratoneros y milanos negros (“¡águilas encima del cole, qué flipe!”); la observación a cinco metros de una paloma torcaz posada en un sauce llorón en una escena selvática sobre el río Manzanares; el trasiego de aviones comunes en nidos situados sobre sus casas; o el precioso despliegue de colores y formas de una abubilla casi a los pies de la muchachada.

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Una fila india muy primaveral en el inicio del safari urbano

En estos días hemos concluido una serie de cuatro rutas con cuarto de primaria del CEIP El Greco, un centro escolar que desde hace tres años apuesta fuerte por Aver Aves. “Es una actividad muy bien valorada”, nos comentan desde la dirección (se puede ver en este vídeo que se han currado), y a nosotras nos llena de gozo porque sentimos esa valoración en los ojos y las palabras de los peques. A veces les puede la competición (“¡queremos ver más especies que cuarto B!”), pero cuando, reposadamente, admiten que nunca antes habían visto veinte especies al lado de sus casas y de su cole, es como si pensaran sin decirlo: ¡”qué pasada”!

Infórmate sobre nuestras rutas para colegios, institutos y ampas por parques y jardines de la Comunidad de Madrid

Contacto: venteaveraves@gmail.com / 617 47 80 17

Contacto: [email protected] / 617 47 80 17


Una clase que se alarga más de la cuenta, pero los alumnos no piden la hora
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