Confesé una vez que era carne de anuncio, la presa perfecta de los publicistas, el target ideal de algunos productos, pero que era totalmente consciente de ello. Claro, lo que no dije es que el spot con el que pretenden venderme tal objeto o servicio tenía que parecerme bueno o, al menos, hacerme gracia. Esta semana ha circulado por la red, e inmediatamente después por varias cadenas de televisión, un reclamo publicitario cuyo hilo musical llevo cantando todo el fin de semana. No hay forma de que me quite de la cabeza el dichoso “gratu-gratu-ito-ito-cris-tal-gratuito”. Sin ser una experta en la materia, entiendo que, en mi caso, la empresa que vende estos cristales ha conseguido su objetivo: no sé si adquiriré las lentes de Visionlab, pero seguro que no me voy a olvidar de esto.
Pero a la vez que alababa lo divertido de este anuncio anterior, me horrizaba pensar que se paguen miles de euros por cosas como ésta. Es la forma más estúpida de reventar una marca de cierto prestigio, aunque no la compre ni con cuya clase social me identifique. En fin, juzguen ustedes.