Ave Fénix
Las transformaciones nunca avisan, uno se encuentra con ellas al torcer una esquina o al encender la luz del salón. El ave de esta historia se topó con su transformación cuando surcaba los cielos de la marisma. De repente escuchó un gran estruendo, y quedó tan aturdido que apenas fue consciente de que estaba experimentando la Gran Mutación. Pero los acontecimientos siguieron su curso, y poco después las llamas lo abrazaron, desapareció el plumaje tornasolado que cubría su cuerpo, y muy lentamente su piel desnuda y opaca fue adquiriendo un brillo dorado. Lo adornaron con vivos colores, derramaron sobre él las esencias más exóticas y lo depositaron sobre el rico trono dispuesto de antemano, y al fin un hombre con esmoquin negro y pajarita lo mostró ante nosotros, exclamando con gran ceremonia:
- Señogues, su pato a la naganja.