Era verano y daban igual los P.A. que escupieran las notas: de los deberes no me salvaba ni Dios. Me remangaba después de comer, con toda la galbana. Mi padre roncaba y mi madre fregaba los platos. Yo pensaba en no sé qué, pero sin descuidarme mucho: si la mala letra invadía el cuaderno, la señora C. borraba la página del día y había que volver a escribir. Y aquello era un drama: me perdía Tocata.
Cuando la audiencia era una anécdota y el mando a distancia una quimera, la tele española (o sea, VHF para "la primera" y UHF para "la segunda"; en el dos se acababa de contar) tenía programas que hacían historia, en los que no había ratitas chillonas dando pelos y señales de sus vaivenes vaginales ni vídeos de Youtube haciendo las veces de "producción propia". Y Tocata era uno de ellos.
Supongo que fue en este espacio donde empecé a escuchar a Radio Futura. O a Tino Casal. O incluso a Olé Olé (el de Vicky Larraz, que también hubo vida antes de Marta Sánchez). Y puede que también a Los Secretos.
Y hoy que los informativos cierran con la muerte de Enrique Sierra (a la sazón, guitarra de Radio Futura y "culpable" del cambio de rumbo del rock español en la Movida) me doy cuenta de que me estoy haciendo vieja. Que buena parte de la gente que me rodea en el curro nunca ha oído hablar de Tocata ni de Objetivo Birmania y que la única Kaka de Luxe que conocen es un programa llamado... bueno, mejor no nombrarlo, no vaya a ser que me toque mandar un CV.